La petición de perdón difundida por la banda terrorista ETA va dirigida únicamente a las víctimas que no tenían una «participación directa» y por los «errores o decisiones erróneas» fruto de sus acciones criminales, pero ETA margina a otras muchas personas que asesinó, hirió, persiguió y atacó. Con este comunicado -en el que la banda violenta admite el «dolor desmedido causado»- se abre la puerta a la disolución definitiva de este grupo fanático.
Cabe admitir la trascendencia de este paso porque ETA reconoce que nunca se tenía que haber llegado a usar la violencia y menos durante tanto tiempo. Apela a la reconciliación, pero deja una estela de 850 muertos y miles de heridos durante cincuenta años. ETA debería haber sido mucho contundente en el rechazo al injustificable recurso la violencia, no efectuar diferencias entre las víctimas y manifestar un compromiso con las vías pacíficas y democráticas. Persisten las dudas y sospechas. Al mismo tiempo, los obispos del País Vasco, Navarra y Bayona piden perdón por las «complicidades, ambigüedades y omisiones» entre algunos de sus miembros. Una decisión valiente que supone un extraordinario respaldo al proceso de pacificación.