El gran edificio de Sa Tanca, en la entrada de Sant Lluís, lleva unos siete años casi terminado y sin uso, con un deterioro evidente y una mala imagen para uno de los municipios más turísticos de la Isla. La propuesta del Ayuntamiento de que se compre con fondos del impuesto del turismo sostenible, con un coste aproximado de 1,6 millones, parece más motivada por la intención de reducir ese impacto en el paisaje urbano que por unos posibles usos que habrán de justificarse. Por eso se habla de demolición parcial y de cambio del aspecto de las fachadas, cuando la obra cumplió con los requisitos urbanísticos en el momento en que se construyó.
No parece razonable que los usos de un edificio, con un coste tan elevado, se tengan que definir en un concurso de ideas. No es lógico que primero se decida la compra antes de que se justifique la necesidad de la misma.
El concurso de ideas debería ser previo a comprometer fondos públicos para una adquisición sin función social definida. Si Sa Tanca llega a ser un edificio municipal generará un coste de mantenimiento, que se puede aceptar si la actividad que ha de albergar responde a una necesidad pública evidente.