Más allá del debate político que ha abierto la interrupción en el suministro eléctrico que sufrió Menorca entre el 28 y el 30 de octubre, con miles de afectados durante 56 interminables horas, es preciso aprender de esta triste y dura experiencia tercermundista que ha evidenciado la extrema precariedad y la vulnerabilidad energética de la Isla.
El enlace submarino no está operativo, pero lo cierto es que no funcionó el Plan de Contingencia de Red Eléctrica que debía haber previsto el escenario posible de una avería simultánea en las dos líneas de alta tensión que suministran la energía eléctrica generada por la central de Maó, como así ocurrió en la mañana del domingo 25 de noviembre. No había en Menorca ni los recursos ni los equipos necesarios para reparar la avería y para suministrar electricidad, siendo necesario trasladarlos desde la península. El Govern, además de reclamar la reposición del cable submarino, tenía que haber exigido a Red Eléctrica todos estos recursos y equipos. Hay que enmendar los errores y adoptar medidas, aunque lleguen tarde, para evitar que se repite un suceso que no sólo demanda explicaciones, sino también responsabilidades.