El tradicional mensaje navideño de Felipe VI en Nochebuena ha generado el habitual alud de reacciones políticas. El jefe del Estado reconoció su «máxima preocupación» por Catalunya, un conflicto que sigue muy lejos de tener visos de solución más de dos años después del discurso del monarca del 3 de octubre de 2017. En la intervención del rey, supervisada por el Gobierno, no se atisbó ninguna modificación sobre las premisas ya conocidas respecto la búsqueda de fórmulas de colaboración dentro del marco constitucional. Las críticas de los independentistas arreciaron más si cabe por este inmovilismo en la Jefatura del Estado.
A la vista de las reacciones de los principales partidos de ámbitos estatal y los situados en la órbita nacionalista, la divergencia de pareceres es cada vez más notable. Solo Unidas Podemos ha moderado su críticas anteriores al mensaje del monarca, un gesto preparatorio a su inminente entrada en el Gobierno. Las estrategias del Gobierno en defensa del Estado no hacen mella en el sentimiento soberanista de buena parte del pueblo catalán, cuya desafección se incentiva de manera constante desde sus instituciones. Sin embargo, sería bueno estudiar nuevos planteamientos: la reciente sentencia de la Justicia europea ha sido un auténtico mazazo. Carles Puigdemont y Oriol Junqueras han logrado un importante respaldo a sus planteamientos. Hay que avanzar en la búsqueda de soluciones.