El Ministerio de Sanidad obliga a utilizar la mascarilla en todo momento, incluso en playas y piscinas, hasta el final de la pandemia. Esta exigencia, lejos de ser una anécdota, provoca malestar por una restricción que se considera exagerada. Al mismo tiempo, los principales mercados emisores de turistas, ven en esta imposición un motivo para cancelar los pocos viajes previstos a España. La incomodidad de los ciudadanos era patente ayer en las redes sociales.
La acumulación de restricciones está poniendo a prueba la capacidad de resistencia de una población que lleva ya un año soportando los embates del virus, no entiende el enorme retraso en la vacunación y asiste, atónita, a la proliferación de fiestas ilegales por todo el país.
El Govern debe lograr que ir a la playa o la piscina durante los próximos meses sea un momento de esparcimiento amable, aunque ello no significa avalar los comportamientos irresponsables. Es posible compatibilizar el disfrute de los espacios al aire libre sin mascarilla mientras se mantenga la distancia social, como siempre han defendido los expertos. Al menos hasta ahora. Cansa tanta contradicción e incoherencia en la gestión de esta pandemia.