El doble atropello de Llubí, en Mallorca, con el fallecimiento de una niña de cuatro años, que iba en la parte trasera de la bicicleta de su madre, que está en estado crítico, ha vuelto a despertar indignación. El motivo es que la conductora del coche que provocó el accidente iba drogada. En Menorca, en la edición del lunes, «Es Diari» informó que el 15 por ciento de los accidentes son provocados por conductores que superan la tasa máxima de alcohol en la sangre. Es evidente que conducir después de haber consumido alcohol u otro tipo de drogas representa un riesgo añadido, que no tienen por qué aceptar otras personas, conductores o peatones, que cumplen con las normas.
Es verdad que hay más condenados por el delito contra la seguridad vial y algunos llegan a entrar en la cárcel, con condenas cortas que algunos expertos consideran que deberían ser superiores. Ante casos que crean alarma, como ahora el de Llubí, la sociedad pide soluciones, la aplicación de medidas de prevención de accidentes por esta causa de temeridad. Por eso, los controles de alcoholemia están más que justificados y deben ser una forma de prevenir tragedias provocadas por conductores irresponsables.