El presidente de la Generalitat valenciana, tocado y hundido desde que actuó con tanta torpeza como imprudencia en la dana de octubre de 2024, oficializó ayer su renuncia, consciente de que ya no podía continuar al haber arruinado su credibilidad y carecer de confianza para seguir. Tres hechos han precipitado una decisión que ya no se podía demorar: los insultos recibidos en el funeral de Estado por las 237 víctimas; las encuestas en las que una mayoría de valencianos reclaman su cese y califican de mala o muy mala su actuación; y el interrogatorio, en sede judicial, de la periodista Maribel Vilaplana con la que estuvo reunido durante las horas en que las aguas inundaban Valencia originando un doloroso drama humano y una gran destrucción.
Mazón también era un problema para el PP y concretamente para Alberto Núñez Feijóo al entorpecer sus opciones para llegar a La Moncloa. El presidente valenciano cae víctima de sus propios errores -que ayer admitió por primera vez- y de sus mentiras. El «cometí errores y lo reconozco, ya no puedo más» constituye su triste epitafio político. Se desconoce cómo acabará este proceso en el que un hombre quemado políticamente se había enrocado en una huida sin sentido. El PP balear ha actuado con serenidad e inteligencia al desmarcarse de un Mazón que dimite con un año de retraso.