Emili de Balanzó se despidió el lunes en privado y en silencio de su relación laboral con el Fomento del Turismo. Era el último y apagó la luz. Cuando el turismo no era nada el Fomento lo era todo y ahora que el turismo lo es todo el Fomento no es nada. La contradicción muestra el secreto de la política, que mete las zarpas en la iniciativa de la sociedad civil que funciona a costa de engordar la factura pública y, sin embargo, descuida parcelas que reclaman impulso de la Administración.
Por esas circunstancias de pequeña comunidad, aislada en lo físico y a menudo en lo anímico, para bien y para mal Emili era el Fomento y la imagen institucional de Menorca en los mostradores vacacionales de todo el mundo. Se ha pasado más de tres décadas haciendo propaganda de la oferta de esta Isla. Tiene el mérito de la fidelidad y la profesionalidad, por ello en los últimos años su trabajo y su trayectoria ha sido reconocidos con el honor de placas y medallas, sucedáneo agradecido y tardío de la retribución merecida que no llegó en su momento.
El Fomento no determinó su final en una asamblea de, como siempre, una docena de socios. La veterana organización que comenzó su recorrido como sociedad de atracción de forasteros cerró su historia el 1 de febrero cuando su único funcionario cerró la puerta después de hacer las últimas llamadas para decir adiós a los amigos.