Estaba uno en ese vivir sin vivir en sí propio de la situación, agravada por el frío estepario, mientras al atardecer me dirigía a Radio Es Castell para una entrevista sobre mi flamante libro. El mediodía en Cales Fonts, bajo un sol tibio, me había proporcionado un poco de sosiego, asentado luego al calor del hogar con una magnífica paella de verduras de ella regada con rioja sin la habitual mesura impuesta por el código de circulación cuando comes fuera. Instalado en la placidez me vino a la cabeza el viejo chiste de Forges, en el que "Mariano" se pone el delantal y espeta a su mujer: "Cariño, hoy hago yo la comida, ¿dónde está la cocina?"… Vamos que entre unas cosas y otras uno empezaba a olvidarse de las zozobras de la crisis y de ese invierno largo y escalofriante…
Pero hete aquí que aparcas en los aledaños de la Explanada después de meses sin pisarla y sientes un vahído desconcertante: ¿Estoy en Es Castell o en Budapest? Porque al irrumpir en la plaza uno se ve transportado a uno de esos desangelados espacios urbanos de la Europa del Este, enormidades áridamente vacías, gélidas e inhóspitas. Mientras atravesaba aquel páramo rumbo a la emisora empecé a pensar en temas para este artículo y sólo se me ocurrían asuntos más o menos sombríos y / o inextricables: la pintoresca cacería del juez Garzón, el castizo capote de Esperanza Aguirre, sus rebeliones "cívicas", las baladronadas de Hugo Chávez, los timoratos balbuceos de Moratinos, el aumento del paro, la bajada de reservas de plazas turísticas, los sucesivos terremotos (Ay, ay, ay, ¿se estará cabreando Jehová?), el frío calentamiento del planeta, la temida soledad de mi libro en las estanterías…
Tras la entrevista radiofónica, en la que traté de hablar de mi inventario de perplejidades, decidí dejar el artículo en suspenso. No quiero ser un columnista plasta dando la tabarra con el apocalipsis que nos asuela. Lo escribe hoy mismo Elvira Lindo en El País, yo también prefiero el articulista extravagante al previsible y por tanto prescindible. Así que al llegar a casa, en lugar de escribir, exhumo el deuvedé de "Un americano en París" para revivir la melodía de Gershwin que nos regalara el otro día la orquesta de cámara Illa de Menorca en el Principal, y también para no tener que oír ditirambos a la magna victoria merengue del día anterior (el que este año se lave la afrenta blaugrana parece una cuestión de Estado), que todo hay que decirlo, y mañana será otro día.
Y vaya si lo es cuando escucho, aún entre sábanas, las noticias de la radio y me entero de que "Avatar" no ha ganado más que la consolación y "El secreto de sus ojos" se ha llevado el premio a la mejor película extranjera. Y no porque tenga nada contra el film de James Cameron, que no he visto (tuve suficiente dosis con el trailer-engrescador) sino porque entiendo que el cine es, debe seguir siendo otra cosa, más allá de la informática, sus trucos digitales, y sus muñecos de colorines. La película de Campanella sí habla de sentimientos y conflictos humanos, de tristezas y alegrías, éxitos y fracasos, trenes perdidos, amistad, amor y desamor, ternura y brutalidad, a través de una historia bien contada (detrás hay un guión digno de tal nombre) y mejor interpretada por unos actores que te llevan de paseo por los senderos de una vida que en algún momento puede ser la tuya. Cine sin pirotecnias, arte en suma.
También me alegro por ese monumental actor que es Jeff Bridges, y no menos por Sandra Bullock, capaz de ganar el mismo año el oscar a la mejor actriz y el premio Razzie a la peor. Me gusta la Bullock por lo mismo que George Clooney, porque ninguno de los dos parece tomarse en serio a sí mismo, son actores auto paródicos y creo que este mundo tan repleto de gente pagada de sí misma y por tanto, sumamente peligrosa, necesita personajes emblemáticos dispuestos a reírse de su propia sombra, que es la forma de humor más sutil e inteligente, la única que realmente merece la pena. Salud, Sandra, salud, George.
Así que empieza una nueva semana y de nuevo soy capaz de sonreír gracias a ese embeleco mágico que es el cine. Claro que aún no sabía que el jueves amanecería tan radiante y con otra extraordinaria película en cartelera, El Rey Lyon, que con exiguo presupuesto logra derrotar a la millonaria Galaxia II en el agujero negro en un certamen europeo. Cosas del cine.