Circula por internet -perdón por la obviedad, todo circula ahora por esa autopista virtual- un documento que propone un salario ético y que, en esencia, cifra en 25.000 euros anuales la retribución de los cargos públicos, lo que comúnmente se conoce como políticos. La idea parte de un sólido principio, "el político es una persona que actúa por vocación de servicio al pueblo, porque quiere aportar a la sociedad lo mejor de sí mismo sin ningún tipo de interés personal o económico". El salario propuesto está por encima de lo que cobran muchos ciudadanos y supera el mínimo interprofesional.
En el fondo, se aprecia un mensaje más contundente. La política se ha convertido en refugio de muchos incompetentes que han hecho del oficio un modus vivendi y del trapicheo un camino de enriquecimiento que nunca habrían logrado en la vida profesional, sobre todo si, al margen de la "carrera política" carecen de oficio y profesión. Y hay también un poco de demagogia, un alcalde o un presidente de institución mal pagado es un potencial foco de corrupción -y no hay que alimentar más a la bestia-. Si de lo que se trata es de aplicar equilibrio a la nómina pública en estos tiempos de llamada general a la austeridad, es cierto que hay que meter tijeras en serio y pagar por trabajo y actividad, no por cargo y sillón.