En el arte hoy tan denostado de Cúchares, hay una verdad tan antigua como cierta: "El torero propone, dios dispone y llega el toro y lo descompone". Con algunos arreglos, déjenme que yo diga: Zapatero propuso y propone, dios dispone y llega la crisis y lo descompone.
Cómo debe pesarle lo que como Presidente del Gobierno este hombre no fue capaz de ver, quizá porque le ofuscaba su optimismo antropogénico, yo diría más bien su optimismo desinformado por un agavillado y desmesurado equipo de asesores que no se enteran o no saben enterarse de qué cosa es el verdadero nudo gordiano, la madre del cordero que diría un rural, de todo jefe de estado, que no es otra cosa que la salud de la economía del gobierno que preside. De esa quiebra le viene que le haya pillado la crisis "con los calzones por poner". Yo creo que debería despedir a buena parte de sus asesores pues por su culpa se ve en mala hora convertido en el presidente que preside el mayor número de parados de la democracia; en el presidente que por la amarga vía del decreto ley congela las pensiones a los pensionistas trastocando el espíritu del Pacto de Toledo; en el presidente que a partir de ya mismo deja las indemnizaciones por despido de 45 días en 20; en el presidente que de presumir de una economía de lo mejor de Europa, tiene ahora que escuchar como algunos creen haber visto a España en la vecindad de Grecia, al borde del colapso, pronosticando incluso que será un milagro que no tengamos que purgar las amargas hieles de la quiebra, lo que significa que aún las peores decisiones en cuanto a restricciones están por tomarse; en el presidente que deberá cambiar a varios ministros de su gobierno si quiere terminar la legislatura sin adelantar las elecciones.
Fíjense qué insensatez, pero fíjense también qué paralelismo comparar el optimismo del señor Zapatero con el optimismo desbocado, a todas luces exagerado que nos inculcaron sobre nuestra selección de fútbol que está jugando el mundial en África. Hemos pasado de lo que iba a ser un paseo enfrentarse a la selección Suiza a tenernos que frotar los ojos por no creer el resultado. ¿Con que un paseo eh? Y del paseo hemos venido a coger la calculadora para calcular las quiebras y los quebrantos que nos quedan en los próximos partidos en los que estamos obligados a ganar. Lo de los suizos fue una cosa a bote pronto, como suele ser la realidad que de costumbre va a su aire. Eso, o que las vuvucelas nos han bajado de golpe los humos con esa tontuna que teníamos de que éramos los mejores y los favoritos. Bien, pues al señor Zapatero la realidad le está amargando la legislatura, a él y a otros más de 40 millones de paisanos que nos hemos dado cuenta de que el estado del bienestar llevaba un lobo agazapado al que más que verle las orejas le estamos viendo ya hasta la penca del jopo (rabo).
Me pregunto qué dirían los socialistas si estas penurias, estos retrocesos en las conquistas de los trabajadores, las estuviera aplicando vía decreto un gobierno del PP. Seguro que les pondrían que no habría por donde cogerlos, siendo también lo cierto que, no sé a ustedes, pero yo no hago otra cosa que preguntarme qué tipo de castigo tiene en sus leyes nuestro código penal reservado para aplicárselo a los culpables de la situación en la que nos vemos. ¡Hombre! Lo que está pasando no es obra del espíritu santo y tampoco una catástrofe por generación espontánea, vayamos ahora a pensar que la crisis es un fenómeno que no tiene ni padre ni madre como deben aún creerse en su perplejidad el señor Zapatero y sobre todo sus fracasados y pésimos asesores. Una buena parte de culpa de la crisis, aunque no evidentemente toda, la tiene en España la mala política en el fenómeno de la construcción.
¿Culpables? Pues claro que los hay y entre ellos los políticos, tanto del PSOE como del PP y quienes con ellos han tenido poder de decisión, que permitieron el desmadre especulativo de una construcción inmobiliaria sin pies ni cabeza, verdaderamente desenfrenada, sin tino y sin tono, que no fueran las prisas de algunos – bastantes – por enriquecerse lo más posible y a toda prisa, sin pararse a considerar que lo que estaban haciendo, entre otros males, generaba ese mal encubierto de hipotecar a la juventud española de por vida si se atrevían a comprar un piso. Y como eso no era suficiente, ha llegado el derrumbe con el resultado final que ahora padecemos. Con esa desgracia que se veía venir de tener que pagar los platos rotos los de siempre, las pequeñas empresas que no han resistido lo que se les venía encima, los asalariados, tanto de la función pública como privada, con salarios rebajados o congelados, los pensionistas con sus pensiones, los derechos drásticamente reducidos de los trabajadores que tanto costó conseguir y que difícilmente volverán a recuperar. Y como aquí no hay nadie que sea culpable, pues ya verán como a nadie se le va a sancionar. Quizá, y yo no lo sé, es que debe ser verdad que nuestra situación no es otra cosa que un fenómeno sobrenatural y la naturaleza estar, está, y es culpable de grandes desastres. Pues eso.