Me llamó Sia, por si disponía de algún bañador antiguo. Lamentablemente, no pude complacerla. Lo mismo me sucedió a mí, con los Amigos des Port, al montar una exposición de fotografías antiguas del puerto de Mahón, junto con herramientas de maestros de ribera, artilugios de pescadores, mariscadores y cuanto tenia que ver con nuestro puerto, no pudiendo faltar, ni es suros de nedar, ni es 'trajes' de bany.
Recuerdo que recorrí porches, removí alacenas, cajones e infinidad de familiares, amigos, conocidos i més n'hi hagi, y no encontré ni uno de aquellos bañadores que tenía en mente. A rayas, los mismos que tantas veces había visto en revistas de l'any de la picor, con las señoras saliendo de las casitas que empleaban para vestirse.
Es lógico que no se encuentren. Primero, porque en los años veinte las mujeres no se hubiesen atrevido a exhibirse con bañador, ni las de vida alegre. Muy pocas sabían nadar, por el contrario gozaban de refrescantes remojones en agua de mar, bajaban en las casetas que se establecían en baixamar. Fueron famosas las del señor Estevet, la de Taltavull, d'en Monjo y otras ,que de buscar en el archivo las podría citar, pero ya lo hice en tantas ocasiones que ahora no me apetece. Deseo continuar con los bañadores.
Aprovechando la intimidad que las casetas de madera les ofrecían, se sumergían en el tramo de mar, ataviadas con uno de sus camisones de lista o batista, de manga larga. Ya lo escribí y lo repetiré, del techo prendían varias cuerdas con diferentes nudos, éstos servían para cogerse, según la altura de cada una de las usuarias. Los chavales, que siempre los hubo de picarones, solían aparecer fent alè, exponiéndose a una multa, y a veces los sometían a un día de calabozo per fer-lis seny.
Fue con la república cuando las mujeres más modernas dejaron lo que se conocía como "pudor" y se cosieron los primeros trajes de baño. Para ello se valían de las revistas de moda, que incluían patrones y toda clase de explicaciones. Se empleaba el punto de lana, el cual precisamente Toni Seguí cita en el especial de Villacarlos, y que dio tantísimo trabajo a infinidad de familias.
En muchas ocasiones, escuché los chanchullos que se hacían, ya que les entregaban las hilaturas pesadas y pocas veces bastava para el trabajo que debían entregar. La picaresca les llevaba a hacer un doble sueldo, vendiendo tejido al peso, muy de moda por aquel entonces, a familiares, amigos, conocidos y vaya usted a saber, con tal de fer un jornalet.
Aquel género de punto no fue muy bien recordado por sus usuarias, era bastante problemático, se encogía tanto que en ocasiones tan sólo se podía usar una sola vez. Se descoloría, incluso se sumergía en el mar con uno de estos trajes color rojo y se podía esperar la salida en cualquier otro tono. De un año para otro se apolillaban... Amén de los picores tipo alérgico que producían.
Poco a poco, se decantó el punto, la fábrica va anar a fer punyetes, pasando el taller a juguetería y las señoras a coserse aquellas monadas en telas de piqué, más frescas y más cómodas.
Dado que hablo de temas veraniegos, aprovecho para añadir algo que el pasado lunes se me olvidó. En 1923, don José de Vigo Fabra, propietario de San Antonio, pidió permiso al Ayuntamiento mahonés para la legalización de varias casitas de recreo elevadas en la costa sur del predio de su propiedad, al igual que en la ladera norte de Binissermenya.
A buen seguro que las casitas de recreo debieron dar el empujón a los consabidos baños y con éstos la venta de lentes o anteojos. Los mirones, que siempre los hubo, eran capaces de pasar horas y mas horas sentados, contemplando el ir y venir de las embarcaciones y a su vez, las bellezas que surgían del mar.
Los de mi edad, por siempre recordaremos la película de Ester Williams, por sus bellas exhibiciones, sus exuberantes jardines acuáticos y el fondo musical interpretado por la orquesta bajo la dirección de aquel recordado catalán Xavier Cugat. Sus maillots, dieron trabajo a las jóvenes modistillas, que aprovechando las rebajas veraniegas de La Fantasía, tothom cosia 'trajes' de bany.
Ya que me encuentro en baixamar, bajada la cuesta de la Independencia, se encontraba, la casita de Miguel y Clara, la tienda de comestibles de la familia Ferrá, los hermanos sit-set, pescadores, la fábrica del gas del señor Manolo Hernández, competencia de Andreu de la eléctrica. En la punta, el bar de casa Roca, lugar idóneo para comer pescado fresco, acompañado de un buen vino del señor Ferrer. En los altos veraneaba el señor Obrador, el sastre, que con tanto cariño se dedicaba al arbitraje de los partidos de fútbol y a deportes náuticos. Enfrente, porta per porta, mestre Esteve, mariscador. Un santo del cielo, según decía Gori. Montó una caseta de baños, dando clientela al bar Roca, los ancianos y los mirones, bajaban de buena mañana, sentándose en la puerta, junto a un saco de paciencia, por si acaso les tocaba la lotería, que no era otra cosa, que poder observar algún tobillo, o poder ver un brazo o una pierna….
Su vecino, mestre Monjo, conocido por todos como un auténtico lobo de mar, en su juventud recorrió mares y océanos, capaz de hablar toda una tarde hasta el anochecer de sucesos y casos vividos que posaven sa pell de gallina. Después llegaba el señor Roig, el platero, pintor distinguido, que a buen seguro de haber efectuado un concurso del mejor mirador con lentes, hubiera ganado el premio con ventaja. Era capaz de pasar horas y más horas, presumía de saber el nombre y dirección de cualquier señora, señorita, incluso abuelas, con tan sólo ver la silueta. Era un crac… En segundo lugar quedaba el señor Gaspar Valls, el farmacéutico. Los Garriga, más conocidos por los Tarrasa, pescadores, disponían de un magatzem, y años después levantaron la cambra donde Juan y Adelaida Gelabert pasaban los veranos. El señor Lorenzo Barber, padre de mis siempre admiradas Manola y Carmen, que fue uno de los más grandes en el mundo de la pesca. A continuación otra casita de baños, que en estos momentos no recuerdo su nombre, donde se podían alquilar gussis, los domingos y festivos quedava sense cap, era muy buen comerciante, prefería bajar los precios, pero que sobre el muelle no quedara ninguno. Disponía de muy buen reclamo entre los soldados y los militares. Cuando éstos quedaban en tierra y la motora ya había partido, no dudaban con aquel berguines que por una peseta, remaba hasta llegar a la escalinata des grecs.
A continuación La Electra, caseta majestuosa en su época, propiedad del primer alcalde de la República, los conservadores intentaban descalificarla con sus cantos y glosas, tal cual sucede ahora, todo continúa tal cual, el mundo de la política sempre ha estat poques diferencies. La casa de veraneo de los Bosch, la de los Codina, los Tudurí y Sa Lliga. Aquello sí que era bonito, y me he liado, no sé si primero se encontraban los Almirall. Después me lo miraré… hace tanto calor, he de ir a ordeñar i ja he perdut es papers. Al final, los huertos de casa Codina.
Ha sido un placer, habré de continuar, me ha quedado por hablar de la cala Alcaufar y las regatas de snipes y botes a motor Joyca.
Pero antes, felicitar a Francisco Caules y al igual que lamento no haberme enterado del concierto de la coral femenina del Ateneo en San Antonio, lamentablemente no vi publicidad alguna.