Los festivales de música se han consolidado como una oferta singular del verano menorquín, aportan un matiz lúdico y cultural y constituyen una excelente oportunidad para los amantes de la buena música de disfrutar de conciertos de indiscutible calidad. Una de las primeras voces de la lírica femenina, el lunes en Ciutadella, y una prestigiosa figura mundial del violín, hoy en Maó, son dos muestras de plena actualidad del alto nivel que registran las dos principales convocatorias musicales del estío. El buen hacer de ambas directivas de Juventudes Musicales les ha permitido no sólo sobrevivir con dignidad en tiempos de ajuste presupuestario sino componer un programa de gran atractivo, más abierto y variado, que ha generado además aceptable respuesta de público.
Además de estas dos grandes citas, el calendario veraniego, animado en unos casos por voluntariosos organizadores y en otros por las fiestas patronales, aparece salpicado de más festivales y conciertos que han congregado un público numeroso. Armonizar toda esa riqueza en un programa conjunto y distribuir las convocatorias con racionalidad para evitar coincidencias y duplicidades es el único reto pendiente para perfeccionar la oferta.