Septiembre ya huele a libros, gomas, lápices, rotuladores, cuadernos... nuevos y brillantes, que en la mayoría de los casos van a sustituir a un material desgastado, agotado, arrugado, emborronado y mordisqueado que se jubiló allá por el mes de junio. Junto a las grandes bolsas blancas que llegan de las librerías esperan los papeles y rollos de plástico de encuadernar (¡ay esas burbujas de aire tan difíciles de eliminar!). Mientras, las mochilas ya saben que su capacidad será desbordada en su primer viaje a las aulas.
Septiembre anuncia atardeceres tempranos y rutinas marcadas en un horario escrito en una agenda o pegado en una carpeta todavía con los bordes alisados. Las habitaciones cambian de paisaje y la playa cada vez queda más lejos.
Septiembre avanza entre noticias virtuales de un nuevo curso político con sucesivos desafíos electorales y con la pasión de otra temporada deportiva. Pero la realidad es que este mes aterriza en los hogares con un horizonte de nueve meses, en el que las familias empiezan a escribir la historia de una nueva página en el libro de la vida.