"Dios nos da naranjas, pero no nos las da peladas".
Si se tarda meses en preparar una huelga general, bien puede dejarse pasar un par de días para hacer después un análisis, por lo menos con el sosiego imparcial de la reflexión.
Como siempre pasa en estas matemáticas de manifestaciones y huelgas, nos encontramos con el vaso medio lleno o medio vacío. Quienes querían que la huelga fuera un fracaso, nos han presentado el vaso más menguado de esa medida del medio vaso, pero para los sindicatos convocantes, el vaso estaba en un si es no es de rebosarse. En mi opinión, ni el vaso estaba tan vacío ni mucho menos tan lleno. Dicho esto conviene comentar aunque sea brevemente, el tema de los piquetes. Los piquetes son lo que a una prohibición de tráfico, la multa. ¿Creen ustedes que se iban a respetar las señales de tráfico si su incumplimiento no estuviera sancionado con retirada de puntos del carnet de conducir o con una multa de un buen pellizco de euros? ¿Quién haría huelga sin la presencia de los piquetes? Sin duda, negarlo sería mentir, es cierto que los piquetes pueden impedir la libertad de trabajar o no, pero fíjense por cierto en otras coacciones, en los "piquetes de despacho", que causan en el trabajador un pánico fulminante cuando, sin contrato fijo, que les ha costado meses conseguir, va un encargado o directamente el empresario, y le dice al trabajador: si mañana hace usted la huelga, pasado mañana no se le ocurra venir a trabajar. ¡Ese sí que es un piquete violento y disuasorio! Donde tampoco el trabajador, evidentemente, es dueño de poder hacer la huelga, de manera que sobre los piquetes hay mucho de que hablar.
Creo estar cierto al decir que el problema emana de que a la presente ningún gobierno se ha puesto a la faena de legislar una ley consensuada de huelga y así va campando cada cual según sus intereses. Aunque si se analiza en profundidad todo esto de las huelgas generales, nos encontraremos por lo menos con una situación que sistemáticamente se oculta o no interesa airear. Déjenme poner un ejemplo: ¿por qué se decidieron los sindicatos, por fin, a organizar una huelga general? ¡Por las pensiones! Una cuestión en la que estaríamos de acuerdo todos los trabajadores, los que han hecho la huelga y los que no la hicieron. Pero si por la huelga se consigue que se corrija en todo o en parte el tema de las pensiones, ¿a que no sucederá que los que no han hecho la huelga digan: "No… yo no tengo que tener mi jubilación con los recortes de antes de la huelga, porque como no la hice, no tengo derecho a las mejoras conseguidas?". Por el contrario, se aprovecharán de las mejoras si finalmente se consigue, porque a la hora de recoger no nos tiene que obligar nadie. ¡Ah! Pero amigo, cuando hay que dar el callo de la protesta, ahí sí que hace falta que nos obliguen, y ni siquiera con eso nos basta a poco que podamos escaquearnos.
¿Derecho a trabajar? Claro que sí. ¿Derecho a ir a la huelga? Por supuesto. Pero ese no sería el nudo gordiano. El gobierno no puede así porque sí corregir un tema como el de las pensiones después de haber dado el paso que dio. Necesita un acontecimiento que le cubra las espaldas, de manera que sólo justificado con la presión de una huelga general, podrá hacer un movimiento de mejora siempre que en Bruselas no se pongan excesivamente cabezones. A Felipe González y a José Mª Aznar les hizo rectificar una huelga general. En cualquier caso, de aquellos retoques mejorando la situación de los trabajadores, se beneficiaron los que hicieron las huelgas y los que no las hicieron. Yo diría más los que no las hicieron porque no se les descontó el día de huelga y porque no fueron mirados y señalados por los empresarios como huelguistas. Claro que en otros aspectos a los huelguistas les debemos el sacrificio de su lucha por intentar conseguir, y consiguieron, una mejor situación para la clase obrera. No se puede ser tan injusto que culpemos al que varea las nueces del nogal por varearlas y recogerlas y luego, sin pudor, nos limitemos a cogerlas del saco, olvidándonos del trabajo que costó a quien las vareó y recogió. Algo debemos aportar aunque sea tan sencillo como estar por lo menos agradecidos.