"Sic transit gloria mundi", que dirían los clásicos... o "qué poco dura la alegría en la casa del pobre", que diríamos ahora.
Viene esto a cuento al comprobar que, apenas pasados unos días de la superpublicitada "huelguecita general", ya nadie se acuerda de ella. Tal cual como los fuegos artificiales: Pim, pam, pum y se acabó. Una huelga que fracasó, porque la clase trabajadora no se siente representada por estos sindicatos, que sólo se mantienen gracias a las generosas subvenciones que el gobierno les concede, amén del dinero que reciben para los "cursillos" laborales a fin de camuflar la auténtica dimensión del problema del paro en la España de Rodríguez Zapatero. Una huelga que sólo se vio donde los piquetes de corte fascista imponían por la fuerza lo que no habían sabido conseguir por convicción.
¡Qué falacia llamarles "informativos"!
El Presidente del Gobierno ha perdido, tras esa jornada, la poca credibilidad que le quedaba. Ya nadie confía en que pueda sacar a este país del pozo al que lo ha conducido. Baste recordar cómo encontró a España al acceder (por circunstancias harto sabidas) a la presidencia de la nación: Un país con una solida economía, un crecimiento superior al de los restantes países de la comunidad europea, y magníficas perspectivas de futuro.
Apenas siete años de zapaterismo después, a este mismo país no lo reconoce ni la madre que lo parió. (Guerra dixit).
Cinco millones de parados, una deuda pública brutal, y lo que es peor; una clase gobernante patética, a la que se le han acabado las ideas, y que pretende seguir haciéndonos creer que puedan sacarnos del pozo. No cuela. Su descrédito es innegable.
Rodríguez Zapatero nos ha salido rana. Es un bluff. Llegó a Presidente (para sorpresa de todos, incluido él) gracias a tres cosas: los atentados de Madrid, (políticamente manipulados por el amigo Rubalcaba), una campaña de marketing acertada que lanzó urbi et orbi la marca "ZP", y una palabra que resultó tan decisiva como después se ha demostrado falsa: Talante. Y muchos españoles compraron el producto. Hoy se arrepienten no poco. Con Felipe González pasó algo parecido: Nos conquistó con una frase, que cambió la historia de España: "Por el cambio". Le creímos, le votamos, y le hicimos presidente de un país que salía de los largos años del régimen franquista en el que las libertades públicas brillaban por su ausencia. Felipe y sus muchachos nos entraron en Europa. Olvidamos el ostracismo al que habíamos sido postergados. Eramos un país moderno. Algunos años más tarde despertamos bruscamente del sueño. Los socialistas abandonaron sus cacareados cien años de honradez, y entraron a saco en las arcas del estado. Roldán, Vera, Filesa, Matesa, como botones de muestra. Y los españoles abrimos los ojos y echamos a patadas a esa cuadrilla de chorizos embaucadores. Con Felipe la tasa de paro superó el 20%.
La historia se repite.
Tras los años de bonanza económica que el aznarismo trajo a este país nuestro (hasta hacemos añorar ahora al señor del bigotito), una nueva remesa de socialistas de nuevo cuño nos han vuelto a embaucar. El "No a la guerra" atrajo los votos necesarios para que ZP accediera a la Moncloa. La sonrisa y el talante.
Hoy vemos que la sonrisa es una mueca, y el talante es puro sectarismo. Nos sacó de una guerra y nos ha metido en otra peor. Y de un país económicamente situado en el estado de bienestar nos ha llevado al país con más paro (con diferencia) de la Comunidad Europea.
Abrió, equivocadamente, las puertas de España a una inmigración galopante que atrajo a gentes de todo el mundo. Marroquíes y subsaharianos por doquier, rumanos y ecuatorianos que se han instalado aquí atraídos por las facilidades de regularización que ZP les dio. Craso error que hoy está pagando. Los inmigrantes se han convertido en parados. Y junto a ellos muchos españoles que comparten esa negra estadística que desacredita el pobre currículum de ZP.
Un ZP que hoy es despreciado no sólo por la oposición, sino también por muchos socialistas desengañados.
Un ZP acostumbrado a que sus deseos eran ejecutados sin rechistar... hasta que un socialista madrileño, Tomás Gómez, ha dicho basta, y no se ha dejado pisar el cuello para ceder paso a una Ministra de la camarilla del Presidente.
Ahora ya nada es igual en el Partido Socialista (antes Obrero y Español) acabamos de entrar de lleno en el postzapaterismo.
Tomás Gómez ha puesto el primer clavo en el ataúd político de ZP. Otros seguirán martilleando.
Por mucho que los del Gobierno quieran convencernos de que lo peor ha pasado ya, no se le crean, lo peor está por venir. Mientras ZP sea el inquilino de la Moncloa.
Pronto llegará el momento de la auténtica y definitiva huelga general: A la hora de acudir a votar, los españoles practicaremos la huelga de voto a ZP. Ése es el más adecuado castigo a una pésima labor en el ejecutivo. Este presidente es ya un cadáver político "corpore insepulto". Que venga el CSI.
Somos afortunados de tener la oportunidad de echar a quienes la han pifiado. Llegaron con mucho ruido... pero nos han dejado sin nueces.