No sé si se acordarán de Isabelle Caro, una chica que saltó a la fama en 2007 tras posar desnuda en contra de la anorexia. La verdad es que su retrato no dejó indiferente a nadie porque, midiendo 1,64 centímetros, mostró los 31 kilos que pesaba su cuerpo sin reparo alguno. El pasado mes de noviembre, Isabelle murió debido a una enfermedad pulmonar.
Continuaba luchando contra su enfermedad, que arrastraba desde que tenía 13 años, edad en la que decidió que quería ser actriz. Me resulta chocante cómo se presiona a la sociedad para conseguir lo que algunos denominan "la percha perfecta". Años de lucha para que las ciudadanas se independicen en todos los sentidos; para que, por fin, se liberen de etiquetas denigrantes como la de "mujer florero". Esfuerzo que, por desgracia, cae en saco roto cuando muchas de ellas aparecen a diario en prensa, cine y televisión. La pregunta es: ¿cómo hay que rebelarse para no bailar al ritmo de aquellos empeñados en que la mujer sea cadavérica o que enseñe sus atributos para deleite del resto? La respuesta es complicada, básicamente porque no todas pensamos lo mismo ni obraríamos de igual manera al optar por un trabajo en el que se requiera "buena presencia". Aún así, creo que el problema principal es la gran hipocresía que flota en el ambiente porque, mientras se destinan millones a campañas en pro de la mujer, lo que se muestra en los medios deja mucho que desear. Y eso se permite.