Pasaron los Reyes menos cargados que otros años y repartieron menos carbón no porque haya menos malos sino porque estamos aprendiendo que, la paciencia, con la que está cayendo, es cosa de santos. Y es que los regalos que nos han caído sin haberlos pedido han acabado con la poca inocencia infantil que pudiéramos todavía albergar. Subida de la luz para un país que anda a ciegas y con horizontes sumidos en una densa niebla. Sanciones impuestas de la noche a la mañana por fumar o dejar que fumen y sin previo estudio de las consecuencias ni los límites de su implantación, pero sí con aires recaudatorios y cogida a esa colilla mal apagada, la subida del butano o de la bombona, utensilio necesario en muchos hogares y en esas terrazas abiertas o medio cerradas -que todavía nadie sabe cómo definirlas- donde el chupa filtros echa sus caladitas con ansiedad y casi nocturnidad, como un adolescente sabedor de su pecado fumando a escondidas de sus padres. Y a la vera de todo ello el convencido de que a río revuelto ganancia de pescadores hace su agosto fuera de temporada, agotando sus existencias de calefactores y otros las matas con las que abrigarse quienes obligados se van a tomar aire. Hasta que no nos acostumbremos, tanta gente reunida con la manta puesta va a parecernos una reunión de apaches fumando la pipa prohibida de la paz. A lo mejor si a ellos, en aquella época, se les hubiera prohibido fumar en tienda cerrada, hoy ya no hubiera hecho falta llegar a esto. Pero todos tranquilos que ahora hay que pensar en las rebajas y el no da más, el remate, que de eso también sabemos.
En pocas palabras
Muchos humos
Jesús Jusué |