Había una vez un niño muy, muy pequeñito, tan pequeñito que le llamaban Garbancito. Un día Garbancito se fue de excursión y por miedo a perderse fue sembrando su recorrido con pequeñas piedrecitas para así poder encontrar el camino de vuelta a casa.
Algo así parece que le está ocurriendo a alguien, ya que desde hace unos meses va dejando su rastro bien definido por los caminos de la zona de Biniati. El Garbancito menorquín no utiliza piedrecitas sino que va dejando un reguero de latas de cerveza.
Lo más inquietante es que todas son de la misma marca, justamente de esa que ha promocionado nuestra Isla con imágenes subyugantes de playas vírgenes, bellos jóvenes y paisajes idílicos. No sé si es que este Garbancito se cree que esta cerveza es una pócima que le hará trasladarse a esos escenarios publicitarios o es que, realmente, está perdido.