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Nos queda la palabra

Luis Cernuda

La lucha entre la realidad y el deseo

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En esta ocasión nuestra mirada va dirigida a uno de los más destacados poetas de la Generación del 27: Luis Cernuda ( Sevilla,1902- México,1963). En su obra destaca una clara voluntad de equilibrio entre el respeto a la tradición literaria española y europea y la búsqueda permanente de una originalidad, visible ya en sus primeros poemas. Así, en sus libros Égloga, Elegía, Oda (1927) o Perfil del aire (1927) se evidencian las huellas renacentistas de Garcilaso de la Vega, tanto por lo que respecta a la métrica como a los temas: la idealización de la naturaleza, el amor y las referencias a la mitología clásica. Muy pronto, sin embargo, aparecen nuevos temas, que serán una constante definitoria de su sentir y su vivir. La fugacidad de la vida y el irremisible transcurrir del tiempo, por ejemplo: Escondido en los muros/este jardín me brinda/sus ramas y sus aguas/de secreta delicia/(…)Mas el tiempo ya tasa/el poder de esta hora;/madura su medida/escapa entre sus rosas/.

En el llamado ciclo de juventud destacan dos poemarios que revelan la influencia del surrealismo en su obra: Un río, un amor (1929) y Los placeres prohibidos(1931). Lo esencial en ellos es su espíritu de rebeldía contra los códigos sociales establecidos y una declarada reivindicación de la homosexualidad: (…) No sabía los límites impuestos,/ límites de metal o papel,/leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos./ Extender entonces la mano/es hallar una montaña que prohíbe,/un bosque impenetrable que niega,/un mar que traga adolescentes rebeldes/(…).

En Los placeres prohibidos revela y defiende su inclinación amorosa, que nunca ocultó. Su concepción del amor, más platónico o contemplativo que dionisíaco o sexual, aparece en este libro cargado de un fuerte erotismo, aunque, al final, prevalece más bien la contemplación sensual, eso sí, llena de melancolía, amargura y desengaño.

La primera etapa de su obra se cierra con Donde habite el olvido(1934), libro en el que la huella neorromántica de G. A. Bécquer es muy notoria, empezando por el propio título, tomado de un verso de la rima LXVI. Es el poemario de la desesperación, nihilista, muy evidente en la actitud que adopta Cernuda frente a la vida. Tras una amor no correspondido e insatisfecho, elabora esta elegía amorosa: (…) La caricia es mentira, el amor es mentira,/ la amistad es mentira/(...)

Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,/disuelto en niebla, ausencia,/leve como carne de niño./ Allá, allá lejos;/ donde habite el olvido./ Sensibilidad, soledad, dolor son algunas de los rasgos más característicos de la personalidad cernudiana. Su descontento con el mundo se debe, en gran medida, a su conciencia de ser un marginado, o quizás, mejor, un inadaptado. De hecho, toda su obra se centra en el contraste entre su anhelo de realización personal-el deseo- y los límites impuestos por el mundo que le rodea- la realidad- y también en su manifiesta voluntad de luchar por una sociedad más habitable, tolerante liberal y culta.

El periodo de madurez comienza con Las Nubes(1940), uno de los más bellos poemarios que se han escrito sobre la Guerra Civil, en el que el tono elegíaco alcanza su plenitud. Son visibles en él las huellas de poetas como Hölderlin, Leopardi, Keats, Coleridge, etc. Escrito ya en su primer exilio- declarado partidario de la República, había colaborado en varias misiones culturales por ella promovidas- mientras ejerce como lector de español en Glasgow y Cambridge y en Londres, la obra revela las agudas crisis que sufre por aquellos años, tanto de índole religiosa, como existencial y anímica. Sus poemas rezuman una profunda desazón, melancolía y añoranza de la patria perdida. Como quien espera el alba(1947), cuyo título alude a la esperanza que suscitaba en el poeta la finalización de la Segunda Guerra Mundial-la obra había sido iniciada en el año 1941-, es una larga meditación sobre la existencia humana, propiciada por los trágicos sucesos de la recién sofocada guerra. El poeta lee, por entonces, a Kierkegaard, cuya influencia es notoria en sus poemas. Lo más relevante en ellos es la aceptación de la transitoriedad vital como afirmación de la vida: Piensas entonces cercana la frontera/donde unida está ya la muerte con la vida,/y adivinas los cuerpos iguales a simiente,/que sólo ha de vivir si muere en tierra oscura.

En México se desarrolla su última etapa-segundo y definitivo exilio-. Aunque, antes, Cernuda se traslada a Estados Unidos, y allí creará Vivir sin estar viviendo(1949), obra escrita tras una nueva decepción amorosa, en la que prevalece la angustia temporal, la agria soledad en la que se halla inmerso y su lucha consigo mismo por llegar a aceptar su destino.

En este tramo final de su obra es muy perceptible la renuncia a toda ornamentación lírica en favor del concepto. Este último estilo alcanza su culminación en Con las horas contadas((1956) y Desolación de la quimera(1962). El primero expresa el agotamiento interno del poeta, que acaba comprendiendo lo inútil de sus esfuerzos creativos en un mundo que no presta atención a la poesía. El segundo, cuyo título procede de un verso de Eliot representa la obra más desgarrada y ácida de toda su poesía. Hastiado del mundo, falto ya de fuerzas para seguir creyendo en sus propios ideales, expresa toda sus desesperación sin ambages.

Reunió toda su obra poética bajo el título La realidad y el deseo. Fue también un excelente crítico literario y tradujo brillantemente a Hölderlin y Shakespeare, entre otros. Con el tiempo, su obra ha ejercido una destacada influencia en la poesía española, reparando, así, el desconocimiento inicial de una de las voces más sugestivas del pasado siglo.

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