El manual del candidato que estos días se despliega con toda alegría y capacidad de seducción va desde los proyectos estrella, el gancho, a la simpleza de transmitir buenas sensaciones. Lo normal es que casi todos apuesten por lo primero y lo normal también es que se equivoquen. La Administración local anda ruin de recursos, paga tarde y mal y acumula una deuda que a más de una empresa habría arrastrado a la quiebra. En Maó, por ejemplo, se repitió el episodio de Mauri Lavayen, autor de una escultura callejera por encargo municipal y que más de un año después no había cobrado. En Palma, la reelegida rectora de la universidad ha reclamado más inversión pública y Antich le ha respondido que use la imaginación que los fondos del Govern han tocado eso, fondo. Los ayuntamientos pequeños son a efectos inversores meros intermediarios de otras administraciones más potentes, andan con lo justito para mantener las calles, ayudar a los clubes deportivos y culturales del municipio, mantener el orden y pagar a los funcionarios. De modo que los candidatos han de saber eso y ser honrados consigo mismos y con los ciudadanos, deben transmitir confianza para la buena gestión de los pocos euros sobre los que podrán decidir, transmitir buena impresión, al fin y al cabo estamos en la democracia de las sensaciones.
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