El mundo energético de hoy es como un mal sueño del que vamos despertando.
En unas conferencias en Gijón, organizadas por el equipo de la Red Asturiana de Desarrollo Rural, hablamos sobre las oportunidades que tenemos de dar el protagonismo merecido a nuestros campos y sus gentes.
Siempre que proyecto mi mente sobre el territorio, lo visualizo como un anciano sabio, con pelo cano, fumando en pipa de raíz de brezo, probablemente hecha por el mismo. Del tipo que sabe esperar paciente su suerte, conocedor de que al final las cosas retornan a la lógica.
Y una vez más llega el momento de corregir la deriva y la idea me tranquiliza. Llega el alba de Morfeo y amanecemos de una época donde la gestión energética de nuestros pueblos quedó en manos de unos pocos, mal avenidos y lejanos a nuestras necesidades.
Como decía el saliente embajador permanente de medio ambiente para Naciones Unidas, los dos recursos principales y más críticos de un territorio son el agua y la energía y por desgracia para nuestra vieja Piel de Toro, el primero escasea y el segundo lo tenemos abandonado.
Hoy trabajo en bioenergía y toda mi actividad la concentro en fomentar la vuelta a un uso moderno de la biomasa, y lo hago convencido de que solo de esta forma podremos devolver el liderazgo energético a nuestro territorio.
Vamos despertando del largo sueño, un eclipse energético dominado por la arrogancia del petróleo. Un estrago de tan solo 60 años, frente a los 2000 en que la biomasa fue la principal fuente energética de nuestros territorios. Un desequilibrio que cambió la aguja del mundo, pero que éste, sabedor de que todo pasa, espera calmo y comienza a sonreír.
He tenido la suerte de participar de forma cercana en la elaboración de las nuevas leyes favorables al uso de las energías renovables. He podido identificar claramente que existe una apuesta decidida por forzar un cambio, por huir de la dependencia energética de territorios remotos tal y como hoy vivimos, y esto son vientos favorables al cambio. Pero debemos ser certeros en las ideas, para evitar el menoscabo deseado por los grandes jugadores de lo fósil.
Debemos favorecer contundentemente el uso de las energías renovables, pero de forma sensata y razonable. Debemos entenderlas y distinguir sus naturalezas. Es frecuente oír hablar de renovables como una bolsa indiferenciable. Es incluso habitual, oír hablar de solar y eólica como las únicas renovables, dejando en el olvido formas de producción energética tan excelentes como la bioenergía, geotermia, maremotriz…
Empecemos el cambio entre todos y para ello debemos incluir en el paquete de renovables todas aquellas que nos permitan separarnos de los inciertos proveedores de gas fósil que hoy tenemos. Como decía mi abuela "todo suma hijo mío".
Sigamos por diferenciar las renovables en intermitentes y constantes, o no-gestionables y gestionables. Las primeras necesitan sistemas de apoyo o almacén, las segundas no. Los aerogeneradores más productivos del país producen 2.600 horas al año, mientras que una planta de producción eléctrica con biomasa es perfectamente gestionable las 8.600 horas que tiene el año. Visto de otra forma, pensemos en el número de horas que necesitamos tener enchufada la nevera de nuestra casa, que normalmente son las 8.600 que completan el año. Si toda la energía la produjésemos con viento, solo cubriríamos 2600 horas y para el resto necesitaríamos tener una estación de apoyo que produzca electricidad cuando no hay viento, y que por desgracias suelen ser de gas fósil (Gas Natural). Por lo tanto, favorezcamos las que más energía limpia y gestionable producen.
Otra idea importante, que liga con la idea de poner en juego nuestros recursos, sería devolver el protagonismo energético a nuestros territorios. Pongamos nuestros campos a producir energía, de forma sostenible y sin generar conflictos con otras producciones. Demos el merecido reconocimiento a los subproductos generados en otras actividades rurales como el aprovechamiento forestal, la ganadería, etc. Huyamos del término "restos" cuando a ellos nos referimos. La biomasa es un bien demasiado necesario como para denominarlo resto, hablemos de subproductos, sino de productos a secas.
Nada más, ánimo con la defensa del territorio, ánimo con los nuevos retos y mantened siempre la esperanza, que la naturaleza es sabia.