"Un testigo que vio, vale por dos; y si vio y oyó, por ciento dos" (Anónimo).
La semana pasada visité la calle donde nací. Regresé triste. Deseaba encontrarme con mis recuerdos, escuchar el griterío en la plazoleta de San Roque, donde refugiarme y que a lo largo de mi recorrido por la vida tantísimas veces he hecho. Oscurecía, el sol se iba adormilando allá en poniente, una imagen privilegiada que jamás escuche ni leí comentar a mahonés alguno. Algo precioso que recomiendo a mis queridos lectores acudan para observarlo, de no haberlo visto jamás, no se lo pierdan, es meravellós.
La baranda de la Miranda, era concurrida por toda clase de gentes que acudían para ir a ver la hora que marcaba el reloj de la Base. Curioso, personas mayores que sin usar gafas, veían perfectamente o mejor dicho localizaban sin esfuerzo alguno las negras manecillas. Otros visitaban el lugar para leer el firmamento, escudriñando las nubes de levante y poniente, a buen seguro que las que iban llegando por el norte para vaticinar el tiempo. No existía hombre del tiempo, ni falta que feia. Nuestros abuelos sin sofisticados aparatos ni artilugios, como decía mas arriba con una ojeada preveían si llovería o no, si haría viento y de que componente seria, i tira petit.
Decir que se iba para ver la hora o enterarse del tiempo que reinaría sería exagerado, otros había que llevaban buena cuenta de las entradas y salidas de buques, veleros, barcos navales…¿recuerdan la cantidad de buques de otras nacionalidades que amarraban en Baixamar? Aquello si que era vida. La rueda del capital rodaba a gusto. Consumían en bares y restaurantes, buenos clientes del Trocadero y sus aledaños, pastelerías, sastrerías, adquirían regalos para llevar a su familia, recuerdos de la isla, quesos y embutidos. ¡Ah! se me olvidaba, la compra de zapatos que adquirían.
Allí en aquella baranda a la que tantas veces me subí junto a otros niños/as, que tanto escandalizaba a mamá Teresa, preocupada no fuera a caerme de dalt a baix, fue mudo testigo la otra tarde como iba anotando en un trozo de papel que encontré en el fondo del cesto, cosas que debía hacer y que no debía olvidar. Entre ellas…
Dar las gracias a Toyo Piris Beltrán, por su carta en el Menorca, agradeciéndome mis ocho semanas hablando de sus antepasados "Es Palaas", dándole a conocer y descubrirle infinidad de cosas que la familia desconocía. Ha sido un placer, es una manera diferente de estudiar la historia de Menorca. A nadie amarga un dulce, y para esta servidora ha sido un born de dolços. Decirle que aún hoy poseo infinidad de datos de su abuelo materno, que estoy segura le encantarán y que iré publicando.
Agradecer, a Maria Luisa Armangue, su llamada haciéndome saber que el crítico de teatro Luis Marquina aunque su nombre y apellidos coincidan con el de su tío abuelo, nada tiene que ver con el mismo. Gracias Mª. Luisa, he tomado buena nota al igual que tu teléfono, no dudes que te llamaré ya que fue un placer charlar contigo, ets un llibre obert. Lamento mi error.
Continuando con lo que inicié el sábado, el Trocadero se inauguró el sábado 22 de diciembre de 1934, en la calle de santa Catalina baix de tot des carrer, esquina con la de San Pedro, estrecha callejuela que miraba al mar como auténtica balconada. A la vez que formaba esquina con la de San Nicolas, donde se encontraba la puerta trasera, frente a la casa donde vivía la familia Guardia.
Decía el de la motora, el revuelo y menudo cuchicheo que se armó, al correr la voz dando el grito de guerra, del por qué se derrumbaba la casa de los vendavales como se la conocía, nada extraño, su situación a prueba de bomba, rebia de per tots es costats. Se trataba de una planta baja de trast i mig, con alcoba a cada lado del pasillo, hubo un revuelo, entre muchas cosas por lo que iba a convertirse. Una casa de dones que fumen. De falda corta dejando sus pantorrillas al aire, que se sentaban pierna sobre pierna, algo muy mal visto, entre las señoras que se tenían como tal. Y que vergüenza añadían las más ancianas… fumaban con descaro por la calle, a la vista de todos, un desastre, que Déu les perdoni. Pobrecitas, nada de lo que iban predicando, llega a tal extremo, sencillamente eran personas que vivían treinta años per endavant, comparadas con las actuales, auténticas beatas.
Parece ser que el arquitecto fue el señor Femenías, como lo fue de cuantos edificios se levantaron en nuestra ciudad en aquellos años. Pienso yo que debió ser por las circunstancias que estaba de cabeza visible en el Ayuntamiento y ello le debía facilitar las cosas.
Su constructor el señor Lladó, uno de los maestros de obras más primoroso, los entendidos hablaban de sus operarios como prohombres de la albañilería, no hace mucho que ses parets de paleta planxada per en Lladó, eren obres d'art.
A principios de los años treinta en que Mahón vivía una crisis de trabajo tan profunda, el ayuntamiento, consciente de la escasez de trabajo, ansioso de tirar un cap de salvació as obrers, el Ayuntamiento, mandó el empedrado de toda la ciudad, como fue la de santa Catalina, santa Rosa y santa Cecilia. Al llegar a ésta se decidió hacer la escalera que conduciría a la cuesta de la Abundancia, situada en lo alto des urinaris. Pormenores que dejo pendientes para otro momento, hago punto y aparte para escribir los anuncios que con motivo de la inauguración del cabaret, publicó la prensa menorquina.
Sábado 22 de diciembre a las 10 de la noche gran inauguración del moderno cabaret El Trocadero.
Fiestas de Navidad, extraordinario éxito de las estrellas de la canción, Norma David, Lolita Gonzalvo. Nueve insuperables girls. Grandes variaciones de luz, servicio esmerado, queda reservado el derecho de admisión.
Días después, un nuevo comunicado hacía saber del debut de la hermosísima estrella del arte frívolo María Riego y de la escultural rumbista Blanca Llorena. Orquestina Gtigzanes.
El 31 se preparó la despedida del año con un gran baile denominado de los globitos y de la uva. Todos los días tardes y noches gran dancing. Las rumbistas Inés Flores, Blanca de Lorena y la cupletista María Riego.
Según me enteré, poco después de su apertura, Miguel Guardia, propietario, y alma del lugar, persona muy exquisita de muy buen gusto i moltes idees, se inventó "El baile taxi", lo que daba a ganar unas pesetas a sus chicas , y por supuesto a él también. Al igual cuando se precisa de un taxi que te conduzca a un lugar u otro y se paga por el servicio, el señor que las sacaba a bailar, pagaba por guiarlo en la pista de baile .
Al comprobar el espacio que me queda para escribir, observo que deberé salir con el tema el próximo sábado, hay tanto por contar, y créanme señores merece la pena, ustedes mismos me lo confirmaron y expresaron el sábado, al bajar a Mahón con la leche, las verduras y distintas comandas para entregar en la tienda de na cadireta coixa.
–––––––
margarita.caules@gmail.com