La comprensión y hasta la solidaridad espontánea que registró el movimiento del 15-M o Democracia Real Ya se ha transformado en un "ya está bien". En Maó, donde los 'indignados' se han hecho fuertes, ruidosos y han perfumado con un aroma especial ese rincón tan singular de la ciudad, son ellos ahora el foco de indignación de los comerciantes y vecinos. Todo movimiento requiere precisamente eso, dinamismo en pos de unos objetivos o, al menos, un horizonte y da la sensación de que éste se ha estancado en una especie de refugio de los antisistema, que han gozado de una tolerancia impensable para grupos de otra índole y que han traspasado sin ningún reparo la barrera del insulto y de la falta de respeto a otros ciudadanos que sí creen en el sistema y son partidarios de trabajarlo desde maneras más convencionales.
Un mes después es tiempo suficiente para valorar los resultados de la movida, medir la simpatía lograda y, sobre todo, encarar el futuro con aquella frescura de ideas que fue capaz de movilizar a tanta gente y que, como todo lo que se expone al sol sin el riego debido, empieza a marchitarse. Más de medio millar de ciudadanos, indignados también por los abusos bancarios, la falta de trabajo y desencantados con los representantes público, les piden que trasladen el campamento.