Al iniciar este artículo pensé que sería precioso y conmovedor a la vez, decir que Mari, de pequeñita peinaba a sus muñecas. Algo impensable e imposible. Las niñas nacidas a principios de 1940, tanto las llegadas vía París a bordo de una alada cigüeña, como las de condición humilde que aterrizaban en su nuevo hogar pes fumeral, no disponían de muñecas con pelo. Los llamados -nenes- eran de cartón. Algunos, muy pocos de cartón piedra, por lo cual lo de fer-li clenxa enmig o tornelles era totalmente imposible. Debieron pasar algunos años hasta que llegaron con sus trenzas o tirabuzones.
Lo que sí es cierto, que siendo muy pequeñita Mari Llabrés Arguimbau peinaba en la puerta de su casa a sus amiguitas, estas gozaban de sus creaciones. Era verano, hacía calor y el mejor lugar para los juegos se encontraba en la sombra, junto la puerta de su casa, situada en una más de las muchas calles polvorientas y sin asfalto de Palma. La familia se había dirigido a la capital balear, a los dos meses de su nacimiento, era una fieta de bres, como llamaban a los recién nacidos.
Su padre Diego Llabrés Gornés, hijo y nieto de pescadores, continuaba en el oficio, las artes del mar eran su fuente de ingresos para la familia. Mariscador que a la vez intercalaba faenando en las barcas del bou, des vell Gaspar. Fue en el puerto de Mahón, donde se le ofreció trabajar de marinero para "un ricatxo", un millonario, un lord inglés que disponía de un impresionante yate con el cual viajaba constantemente. No sé exactamente el motivo, pero cuando Mari tenía 12 años recién cumplidos, la familia decidió regresar a Menorca. Haciéndolo con dos hijos más.
Mahón 1955. Eran momentos difíciles, con la particularidad que mientras ahora hay paro, en aquellos momentos si uno no era vago y tenía ganas de hacer un jornal lo lograba. De nuevo Llabrés volvió a su antiguo oficio de pescador, enrolándose en la 'María', de su pariente Lorenzo Llabrés, en Situs Radó. Por fin logró una faena más estable en el Parque de Artillería. De allí pasó a cas general, donde desgraciadamente encontró la muerte mientras llevaba a cabo un trabajo desde lo alto de una escalera siendo arrollado involuntariamente por un isocarro.
Por aquel entonces, mí apreciada Mari llevaba algo más de tres años trabajando en la peluquería 'Mi Salón' de Paquita y Enrique. Había corrido la voz que precisaban aprendizas y estas salieron com a bolets.
Es emocionante escuchar el relato de sus inicios. Un cestito lleno de pinzas entre sus manos, entregándolas una tras otra a su maestra colocándolas entre ondulaciones. Muy pronto le enseñaron a lavar cabezas, no tan fácil como parece, facilitando la labor el lavacabezas que se estrenó meses después, dos butacas tapizadas en rojo de un material nuevo llamado 'skay', y dos enormes palanganas, lo que sí tardaron fue en disponer del ansiado desagüe. Por las tardes se escuchaba… "ouuuu…" era la mula que conducía el carro de recogida de aguas sucias. Llegó el turno de poner rulos, extender tinte, hacer permanentes, pasando a Barcelona donde las casas suministradoras iban mostrando a la vez que enseñando nuevas técnicas, que la jovencísima Mari, ansiosa de llegar a ser una auténtica profesional, aprendía rápido sorprendiendo a la maestra na Paquita.
La vida de Mari es una más de infinidad de niñas que fueron al colegio hasta los 14 años continuando por las noches para obtener el certificado de estudios. Trabajando toda la semana lo que les daba la oportunidad de entregar a su madre un jornal. Algunos dirán que cobraban poco, pero también bien pocas eran las pretensiones de aquellas madres de familia, conformándose sabedoras que disponían de trabajo, aprendiendo un oficio con futuro.
La charla con mi amiga Mari, fue intensa, vive en el ribereño pueblo de Es Castell, desde que se casó, cuatro hijos y un nieto, diversidad de viajes con los compañeros del club de jubilados, la hacen vivir unos momentos llenos de placer, envuelta en una impresionante música de ópera de la cual su esposo en Moya es un auténtico apasionado. Hablando de música, me enteré de algo que ignoraba o tal vez no me acordaba, que Mari con apenas quince años, amén de sus pinitos, entre bigudíes, secadores, tintes, maquillajes i pinta-ungles, los atardeceres, y siempre que disponía de tiempo libre, los dedicaba a la emisora de Radio Menorca. Esta se encontraba en la calle de las Moreres en el nuevo edificio de la Bazán. Su destino en el control, poniendo y quitando discos, limpiándolos y guardándolos cuidadosamente en sus respectivos envoltorios, sobres de papel, algunos de ellos amarillentos por el paso del tiempo. Hablamos de Enrique Gámez, uno de los locutores con voz aterciopelada que más admiradoras tenía en la isla. Hermano de Elisa que despuntaba como actriz en el Orfeón Mahonés. Rosina y Mercedes en sus puestos de locutoras y Mari intentando desenvolverse entre aquellos jóvenes que ella tanto admiraba. Los viernes celebraban un programa muy esperado por los llamados melómanos, célebres actos del mundo de la ópera hacían que acabaran más tarde de lo previsto, lo que hacía que su padre la esperara en la puerta del edificio. En aquellos momentos su hogar se encontraba muy lejos de la ciudad, en la calle de la Unión Camí d'en Guixó. Años después, se trasladaron a la calle Nueva en la misma escalera que casualmente vivía la doctora doña María Llabrés, idéntico nombre y apellido que mi amiga.
Alguien dijo que querer es poder y esto es lo que logró, aprendió rápido el oficio. Recuerdo que al llegar a casa de Paquita, y preguntar… Qui és sa darrera? A la vez se añadía que deseabas que te atendiera Mari. Fue mi peluquera durante mucho tiempo, peinándome en ocasiones muy especiales, entre ellas aquel 28 de mayo de 1968 en que alguien muy querido me esperaba al pie del altar de sa iglesia des grecs. Momentos que jamás he de olvidar.
A lo largo de la conversación, recordamos las vísperas de fiestas, que se estilaba ir a hacer cola a la peluquería, a las seis de la mañana llegaba la primera, sentándose en el portal a medida que sa coa tornava llarga. Personas mayores ganándose unas pesetas dedicándose a ello, también los niños feien coa en las barberías, en los cines, la cosa funcionaba con las consabidas y a veces interminables colas, que no todos estaban dispuestos hacer, unos por falta de tiempo, otros porque no tenían paciencia.
Un recuerdo que no puedo dejar de citar, los desfiles de modas. Celebrándose en el Teatro Principal, en el Hotel Port Mahón, en el salón del Casino Mahonés, en ocasiones, se trasladaron a Ciutadella. Al preguntarle a Mari, quiénes eran las modelos, respondió con rapidez… noltros, las mismas mozas de las peluquerías y algunas clientas. Gocé contemplando su álbum donde se la ve desfilar, en otras, su maestra Paquita peinándola y así entre recuerdos nos despedimos, la fiesta estaba ahí, a lo lejos se escuchaba el tirurirurí , per molts anys Mari, sempre t'he estimat.
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