Tal como quedamos, fui a su encuentro. Ahí estaba Ana, siempre tan guapa, sonriente con semblante feliz, dando gracias a su Dios por disponer de un pedacito de la naturaleza. Con su delantal en la huerta, a modo de gran atavío, luciéndolo con gracia y donaire recogiendo tomates. Tomates sembrados por Gianluca, con la luna creciente de abril, mientras Carlos, su hijo le iba entregando uno a uno aquel insignificante ramillete que su padre iba sepultando en la fértil tierra también preparada en espera de que fueran creciendo. Auténtico vergel, de zanahorias, pepinos, escarolas, puerros, judías verdes y berenjenas. Los chalotes y los ajos, muy pronto serán amontonados en el cobertizo. Todo ello, para el matrimonio, significa prosperidad y riqueza espiritual al bajarla a baixamar, entregándola en la cocina de su establecimiento, auténtica gozada para sus comensales. No hi ha res com ses verdures de casa. Con su sabor mediterráneo sin abonos lejos de la química, puros y autóctonos.
Olvidé reseñar los pimientos de diferentes clases, no pudiendo faltar los italianos, que junto a otras variedades, Ana va tostando al calor de las brasas hasta lograr el punto de la experta cocinera que como todos ya sabemos conoce como nadie. La ama del Twotwofive, que según llamaban los mahoneses de los sesenta suena a "Tutufai", el nuevo restaurante primoroso balconada al puerto mahonés. Mientras mi amiga añade… una lástima que no cuente con entrada propia. Tot queda a casa debiendo subir por el mismo portal de Il Porto.
Siempre pensé que el restaurante Il Porto disponía de tres ambientes diferentes. Al disponer de una amplia terraza interior con su rocosa piedra muro, a la vez que cuevas de lo que fue auténtico soportal en la antigua fábrica del Gas donde los padres llevaban a sus hijos por recomendación médica, aspirando el consabido gas para beneficio de la conocida y temida " tos ferina".
En el interior un acogedor comedor, ofreciendo paz e intimidad, en contrapunto del exterior, siempre pensando en ofrecer un adecuado servicio. Quien desee degustar la carta en son marinero, con el tintineo de los mástiles de los yates allí amarrados, también puede gozar de ello, observando los mismos a quatre pams de la mar. Recalco todo eso, porque a partir de ahora el matrimonio se puede sentir orgulloso añadiendo a su oferta, dos espacios más. El primer piso con sus ventanales contemplando la belleza natural con que Dios premió al pueblo de Mahón y su terraza, otro privilegio añadido.
Si bien es cierto que este julio, no ha sido ni lo esperado ni lo deseado climatológicamente hablando, no debemos perder las esperanzas augurándonos un espléndido agosto y septiembre pudiendo gozar de la belleza del lugar, sopant a la fresca.
Al regresar del huerto, Ana, me invitó a acompañarla a su cocina, un auténtico placer donde tuve la posibilidad de aprender de esta mujer que tanto sabe, de guisos, cremas, entrantes y piscolabis. La cultura gastronómica le fascina y sus secretos para deleitar a la hora de los postres és de repica talons. Confiesa estar enamorada del recetario menorquín, en todas sus variantes. A la hora de preparar perols, de carne o pescado, incluso tal vez se decanta por estos últimos especialmente por la raya (ratjada) con sus patatas y tomates, espolvoreados de pan rallado con abundante perejil y ajo picado dándole una nota de color de pimiento rojo, polvillo por excelencia que jamás debe faltar.
Que una andaluza, hable tanto y tan bien de nuestros productos provenientes de las matanzas, es otro punto para agradecerle. La sobrasada y la "carn-i-xulla" y de manera muy especial el "camot", invitándome a que saboreara uno de sus inventos tras haber preparado una especie de milhojas a base de patatas intercaladas con el negro embutido. Una delicia, auténtica delicatessen.
Vinagretas de aceitunas, que junto a recetas e inventos jamás sospechados a base de nuestros quesos, me dio una clase magistral de cocina. Una auténtica gozada, tanto que al llegar a casa debo confesar que en vez de sentarme frente el ordenador y escribir lo que debía ser "sa xerradeta de dissabte", me puse el delantal y las zapatillas poniéndome a cocinar.
Por ventura había anotado su correo, pudiendo consultar algunas de sus 300 recetas. Recomendándoles a todos ustedes hagan lo propio. No dejen para mañana lo que puedan hacer hoy, consulten (tomatesverdesfritos.com)
Es preciso decir que cuando Ana tan solo contaba con 10 años, acudió por vez primera a un cursillo de cocina, patrocinado por la Sección Femenina, rodeada de madres y abuelas, precisamente ella acompañó a la suya. Por aquel entonces vivía en Goraje un pueblo árabe vecino de Guadix, del cual guarda un entrañable recuerdo, la blancura de sus casas, su colegio, su profesor, del cual tanto me habló y tanto hizo por ella, invitándola al estudio, por estar muy capacitada para el mismo. Eran otros tiempos, otras costumbres, de su tierra a la que no deja de visitar todos los años, no en vano allí nació y se encuentran sus raíces de las que jamás deberíamos desprendernos.
–¿Recuerdas algo del curso de cocina? Sí. La receta y elaboración de merluza en salsa verde y unos buñuelos de viento. En aquel momento, el encontrarme todo ello, junto a mujeres mayores, mi querida yaya , la lumbre, el ambiente me hizo sentir que ya era una chica mayor.
–¿Cuándo llegaste a la isla? En 1971. Para mí supuso un gran disgusto, allí en Granada dejaba a parte de la familia, mis amigas, el colegio con el que me sentía tan vinculada. Por cierto, la enseñanza del mismo estaba mucho más adelantada que el de aquí. La clase era mixta, lo que me extrañó el cambio, tot eren fietes, el habla, que por mucho que me empeñara, no comprendía, las costumbres…
–¿A qué colegio fuiste? Al Virgen del Carmen, de la plaza del mercado, un edificio muy bonito, me impresionaba la escalinata, las paredes con sus ventanales, tuvo que pasar mucho tiempo para saber algo de su historia, el que había sido un claustro de carmelitas. La fuente del centro del patio, esculpida en piedra viva, me encantaba, me recordaba algo de mi Gorafe. Recuerdo a mis maestras, la señorita Trini, a la que todas las niñas queríamos tanto. A doña Rita y a la directora, doña Marisa.
Y así, charlando de aquel Mahón, fuimos divagando hasta que nos encontramos en la calle Hermosilla de Madrid, donde el matrimonio pasa los inviernos y parte de la primavera en su restaurante italiano Piu di Prima, que en mayo del 2010 saltó a la mayoría de periódicos españoles por haber acudido a cenar el vicepresidente de los Estados Unidos, Joseph Biden. Es un orgullo para los menorquines que el mejor restaurante madrileño, dedicado exclusivamente a la cocina italiana, pertenezca a Gianluca y a Ana. Las mejores revistas del ramo lo califican de sobresalir en la calidad absoluta de la materia prima, la mejor de Italia, incluyendo la trufa que la reciben directamente del país transalpino cada semana junto a otros ingredientes.
No pudo faltar el detalle humorístico y el recuerdo del 12 de febrero del mismo año, allí también se celebró la presentación de la película A Single Man (Un hombre soltero) de Tom Ford, y si a todo ello añadimos la semblanza de Colin Firth y Julianne Moore, con mis queridos amigos Gianluca y Ana, no les digo, la que se armó en el Piu di Prima que amén de ser italiano, es regentado por dos menorquines de pro. "Per molts d'anys".
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