La banca española, esa que no suelta un duro en créditos a pequeñas empresas y familias, acaba de recibir una ayudita para que tenga más fácil vender los miles de pisos que ha acumulado por impago de hipotecas.
En tiempos de bonanza dieron dinero con extraordinaria alegría, incluso más de lo que pedía el demandante de un préstamo hipotecario. Ahora, propietarios de las casas que los ciudadanos no han podido acabar de pagar pero cuya deuda no se ha cancelado con el desahucio, no quieren bajar los precios.
Porque ese inmenso patrimonio inmobiliario tendría más fácil salida si las entidades bancarias, en lugar de subir todas al unísono las comisiones que cobran a los clientes, se pusieran de acuerdo para rebajar el valor de mercado de los inmuebles que está artificialmente sobrevalorado por la burbuja inmobiliaria.
Además, las grandes entidades, esas que han pasado con brillantez el test de estrés de la UE, siguen ganando dinero. Menos que en los años de esplendor, naturalmente, pero sus cuentas de resultados son positivas.
Al final tiene que ser, una vez más, el Estado (que somos todos) el que renuncie a una parte de la recaudación del IVA para que esos pisos encuentren comprador. Si los directivos de bancos, que no han renunciado a sus suculentas remuneraciones en forma de salarios, beneficios e incentivos, se apretaran también el cinturón la medida no produciría tanta irritación.
Dice el Gobierno que es temporal, que va a durar solo unos meses y que se pretende incentivar la salida de esas miles y miles de viviendas para que los bancos tengan más beneficios y liberen el crédito que tiene atenazada a la economía.
Lo de la temporalidad es un decir, porque el IVA se subió de forma general hace ahora exactamente un año y ralentizó el consumo a la vuelta de verano. Ahora se modifica para la compra de pisos nuevos y mañana puede ser para otra cosa. Las medidas de estímulo no se improvisan y el catálogo se acaba.
Lo que más preocupa es que el PP, que critica la medida, está decidido a restablecer la deducción fiscal a la compra de la primera vivienda en un apoyo al sector inmobiliario, cuando el futuro de la recuperación económica no debería nunca más apoyarse en el ladrillo.
Gran parte de las insostenibles cifras de paro que padece este país son consecuencia de una burbuja inmobiliaria que nadie quiso atajar cuando aún se estaba a tiempo. El futuro no pasa por ahí.