Se quedó pensativo durante unos días, algunos dicen que incluso cabizbajo y que parecía estar cavilando o decidiendo algo. Pasaba el tiempo y todos esperaban oír sus palabras, que dijera cualquier cosa, no sé, que se explicara, sin embargo seguía callado, sin decir ni "mou", y entonces llegaron los rumores a su auxilio (en ocasiones parece mejor hablar de los rumores que de por qué se rumorea) , y bueno pues que se iba, se ha dicho (aunque nadie lo ha oído) que abandonaría el cargo, que esta vez no iba a ser otra más de muchas otras sino más bien definitiva, la última. Pero no, ha bastado con soltar ese rumor para que saltara él a desmentirlo. Así que, tras unos cuantos días de silencio dramático y mientras la gran masa de aficionados –afines– murmuraba un "¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?" o un "no es para tanto", por fin ha hablado, aunque eso sí, por escrito, con una breve carta repleta de sí mismo en la que desmiente rumores y rubores por partes iguales.
Mourinho, ese señor que señala desde muy cerca las cosas que no conoce para que le aclaren su nombre, se queda en el Real Madrid, al menos eso dice en su carta, que no se marcha "Seguro. ¡Segurísimo!", asevera, y ahora parece que toda la afición –de Mourinho– está contenta, celebrándolo por las calles y ensayando vítores. Pero ¡Ay! ¿!segurísimo!? Mi abuelo decía que uno solo podía estar segurísimo cuando tenía ciertas dudas, esto es, cuando no se estaba seguro, y que no había por lo tanto forma humana de estar a la vez seguro y segurísimo de una cosa, del mismo modo que no se podría saber y no saber algo en concreto, pero bueno mi abuelo no sabía portugués y tampoco conoció a The Special One, una excepción en toda regla.
En cualquier caso Mourinho, ese entrenador que piensa que cuando uno apunta a un ojo solo el tonto se queda mirando el dedo, elige de momento, seguir dirigiendo al Real Madrid (algunos dicen que literalmente), y no sé yo si habrá algún aficionado merengue que pueda estar seguro de si eso es bueno o es malo (me refiero a lo de quedarse), podrá estar, eso está claro, segurísimo de una cosa o de la contraria, que es como están repartidos ahora mismo todos; unos convencidos de lo conveniente que es el portugués para el equipo y otros preocupados por la imagen que se proyecta del club con Mourinho como foco.
Pero a esta división de la afición del Real Madrid entre detractores y defensores incondicionales (que es por cierto la única forma posible de atacarlo y defenderlo) de Mourinho no le queda demasiado recorrido, todo lo más una campaña: si esta temporada gana títulos importantes las críticas internas serán aplausos y más rienda suelta y si no los gana no quedará quien le defienda, ni el que más le defiende y adiós Mourinho y adiós presidente.
Aunque antes de aclararse eso, por el camino, deberá medirse dos o varias veces con el Barcelona y dados los últimos precedentes hay quien se frota ya las manos y hay quien se las calienta.