No hay duda que el mundo está revuelto y hay más problemas de la cuenta. Cuando hace falta más que nunca serenidad y aportaciones positivas, cada uno ayudamos a complicarlo.
Anoche leía el artículo "Revueltas en un mundo sin normas" de Salvador Aguilar, me parece una importante reflexión que comparto contigo, donde analiza los acontecimientos que se han venido produciendo en el último mes como los disturbios en el Reino Unido, en Hamburgo o anteriormente en París. Está claro que estamos desarrollando una sociedad sin valores (entendido como el compromiso, solidaridad, deberes, convivencias, seriedad, respeto ) y cuyas normas se nos vienen imponiendo por algo que se llama "mercado", saltándonos las reglas democráticas de la participación y toma de decisiones por la ciudadanía. ¿Cómo se le puede pedir responsabilidad a los ciudadanos, cuando desde ciertos poderes se actúa con tiranía, imponiendo que la responsabilidad cívica ha dejado de ser la raíz de la soberanía?.
Todavía no entiendo cuáles son las razones para que en un plazo tan corto de tiempo se modifique la Constitución, negando a la ciudadanía la posibilidad de participar en algo que le afecta, exponiendo desde arriba razones de urgencia, cuando está previsto que entrara en vigor en 2018-2020. En todo esto hay una cuestión de forma y fondo que no comparto, con preguntas que no encuentro respuestas y más en una coyuntura larga de estancamiento y dónde la palabra democrática está hueca por dentro. ¿Con qué fuerza moral cierto partido me va a solicitar el voto el 20-N cuándo antes me ha ignorado? ¿Es igual el equilibrio presupuestario en una economía rica que en otra que el gasto social está por debajo de la media europea? ¿Cómo se va a generar desarrollo económico para mantener los niveles de bienestar? ¿Cuál deberá ser el papel de lo público? ¿Tenemos claro que ante una situación de debilidad económica cuáles deben ser las prioridades y responsabilidades? Está claro que tenemos problemas serios, que Europa y otros no sabemos a dónde vamos. Ha habido falta de previsión, incapacidad de los gobiernos con el consentimiento de la sociedad y que una Europa débil no ayuda a encontrar las soluciones. Hemos construido una casa sin cimientos, carente en Europa de un proyecto político claro sin el cual no se puede sustentar un proyecto económico. Además hemos dispuesto de una riqueza que considerábamos sin límite, la crisis nos ha llevado a una realidad que nos cuesta aceptar y que necesita comportamientos distintos con mayores deberes.
En estos días he participado en diversos debates, en algunos se transmite demasiado pesimismo y observo como si el problema fuera siempre del otro, sin que se plantee que puede hacer la cooperativa, empresa o consumidores para un precio justo. Que cambio radical tiene que haber en las administraciones de servicio a la sociedad y de facilitar la actividad. Productiva. Tenemos que ser más exigentes empezando por cada uno de nosotros , sacando lo mejor que llevamos dentro, aportando en positivo y transmitiendo espíritu de motivación colectiva, son momentos de esfuerzo y de aportación, dejemos cierta tontería, es mucho lo que nos estamos jugando, la pasividad nos está hundiendo.
En "carta de la tierra" leía: "que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida".
No acepto renunciar a mis valores, no comparto el ser espectador ante lo que está sucediendo, quiero ser protagonista, estoy dispuesto al máximo servicio, pero mi dignidad no tiene precio. Recuerdo todos los días las palabras de un jornalero en los años 70, que dijo: "En mi hambre mando yo". Es la hora del máximo esfuerzo, de unidad, de crear sociedad civil y de aportación, nuestros nietos nos exigen un futuro de esperanza y de vida.
Hoy más que nunca indignado y consciente de la gravedad de los problemas me reafirmo en mi compromiso por la vida en valores.