24/10 Molinaseca-Ponferrada, 10 km
Al fin, después de una durísima, pedregosa y estrecha senda de bajada, llegamos a Molinaseca. En el albergue de Santa Marina nos esperaba, como siempre Alfredo el dueño y también el hospitalero, que es un cascarrabias pero muy buena persona. Esta vez llevaba un niqui en el que rezaba la siguiente frase: "Iba de p. madre hasta que has llegado tú". Ja, ja, menuda impresión se lleva el peregrino recién llegado y que no conozca su bonhomía, pero es que hay que aprender a leerle entre líneas.
En el otro albergue de Molinaseca, el municipal, se encuentra Matías, otro hospitalero, viejo amigo del Camino. Fui a rendirle una visita y se alegró de verme. La alegría fue mutua. Matías es un vasco de 64 años, uno de esos vascos de la diáspora. Hablamos de ETA y su anuncio de dejar la violencia definitivamente. Me contó cosas muy interesantes.
A la mañana siguiente nueva jornada, en este caso suave, de solo 10 km. Por un lado me interesa quedarme en Ponferrada, una hermosa ciudad llena de encanto y por otro bajar el ritmo para acometer después en los días siguientes la subida al Cebreiro, la jornada más dura de todo el recorrido caminero.
En Ponferrada lo domina todo el castillo templario, parcialmente restaurado por mi amigo Fernando Cobos, a quien traje al Ateneo de Mahón hace unos años con ocasión de unas jornadas sobre fortificación patrocinadas por el IME y el Ministerio de Defensa en las que actué de coordinador. Reforma del castillo de Ponferrada, digo, una reforma para mi un tanto discutible, en la que se han introducido elementos que no concuerdan con la propia fortificación con los que no estoy de acuerdo, pero por lo demás buen trabajo el suyo.
En Ponferrada ese locutor-estrella llamado Luis del Olmo, que es ponferradino, tiene plaza a su nombre con fuente en el centro y hasta estatua que solo se le parece en el tupé y en el blanco de los ojos. Que cosas.
Intrigado por tamaño honor al personaje, pregunté a las gentes de aquí. "Oiga, yo viniendo de fuera me extraña una cosa de Ponferrada: un locutor con mando en plaza y estatua". Todos contestaban al unísono "es que Luis ha hecho mucho por el Bierzo" y de aquí no los sacabas. Que raro. Demasiada unanimidad, ni un solo acorde disonante. ¡Un locutor, con plaza y estatua en vida! Hasta que se me acercó uno y por lo bajini (insisto, por lo bajini) me dijo: "Oiga, que a mí ese señor no me cae bien". "A mí tampoco", contesté. Aquí en Ponferrada el que se mueve no sale en la foto. Con la plaza (que es una rotonda, de esas políticas) y con la "estuata" (como decía Cantinflas) se han pasado un pelín.
25/10 Ponferrada-Villafranca, 22 km
Volvemos al ritmo normal. De repente la lluvia lo ocupa todo. En esta especie de cubeta entre montañas que es el Bierzo, las nubes se acumulan y sueltan agua a raudales. Además hace frío, menos mal que uno viene preparado para casi todo: buena ropa de abrigo, chubasquero hasta los pies (comprado en aquella encantadora tienda antigua de Sahagún el año pasado) e incluso paraguas plegable (este comprado en los inevitables chinos).
Volvemos a zona de viñedos: los famosos vinos del Bierzo. En Cacabelos está el consejo regulador de la denominación de origen, un edificio precioso que exterioriza el esplendor del comercio del vino en esta región, donde se cosecha a mano (no como otros) además los viticultores han tenido la atención de construir unos edificios muy arreglados para que se alojen los temporeros cuando vienen a recoger la cosecha. Todo un detalle que no tienen otros.
Pasamos por la finca-taller del escultor Arturo Nogueira, con sus maravillosas esculturas de gran tamaño en el patio. Las mismas que el año pasado. Debe ser la crisis.
Al fin, tras coronar una loma aparece el valle de Villafranca con todo su esplendor. Al fondo, –siempre al oeste– cubiertas por un sombrero de espesas nubes, las montañas gallegas y su reto, esperan al caminante.
Llegamos a Villafranca del Bierzo y lo primero con lo que nos topamos son dos maravillas arquitectónicas: una iglesia románica de transición y el castillo de Villafranca, que está habitado por su propietario, el famoso compositor Cristóbal Halfter.
Bona nit.