Más que de los políticos en tanto que profesionales a los que se les debería suponer una vocación de servicio como primera motivación de su quehacer (y que los escépticos y los ingenuos traten a este respecto de ponerse de acuerdo, si es posible) mejor es, a mi juicio, hablar de la política misma que es, en palabras del filósofo Raymond Aron, el arte de elegir sin retorno en coyunturas imprevistas según un conocimiento incompleto, inevitablemente incompleto, añadiría yo por mi cuenta, y ahí está el enorme margen para asumir riesgos a todas horas y el peligro de equivocarse una y otra vez por muy previsor que uno sea. Gobernar es sobre todo prevenir, anticiparse en la medida de lo posible a los acontecimientos.
Y el objetivo de la política si se quiere ser comprensivo a la hora de señalarlo es no sólo ni preferentemente garantizar el orden público, que también, sino satisfacer las necesidades y los anhelos de la comunidad gobernada. El hombre es un ser moral, enseña el ya citado R. Aron y la colectividad es sólo humana a condición de ofrecer una participación a todos. Los partidos políticos, continúa, no consienten en que la autoridad provenga de abajo o en que los hombres en su debilidad sean capaces de gobernarse por sí mismos. Los gobernados como quiera no son simples peones condenados a ejecutar sin más las órdenes que emanan de la superioridad, un vocablo muy al uso en otro tiempo. La aspiración y el derecho a participar en la gestión de los asuntos que directamente nos afectan no debe interpretarse como un gesto de rebeldía ante la autoridad, si ésta es rectamente ejercida y apunta siempre al bien común como es obligado y debería ser lo normal. Debería ser, el uso del condicional me parece obligado en este caso y en la situación actual de crisis de confianza, una crisis que explica, más aun justifica los movimientos de protesta generalizados a los que estamos asistiendo con una mezcla de inquietud y de esperanza,y el empuje que tales movimientos han recibido desde las bases en prácticamente todos los países del planeta. La inquietud arranca a la vista de algunos síntomas de violencia más bien escasos por fortuna y en general poco significativos; la esperanza encuentra su fundamento en el talante mesurado que hasta hoy ha sido la norma de conducta en la mayoría de los grupos contestatarios. No sin motivo el folleto "Indignaos" de Stéphane Hessel que es algo como la biblia en la que se inspiran todos, lleva en su portada como lema y como objetivo ,"un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica". Pues eso.