Entre los guisos y los preparativos de la cena familiar de la Nochebuena, parece ser que el discurso del Rey no motivó a las audiencias, y obtuvo la misma cuota de telespectadores que en Navidades anteriores. Y eso pese a la expectación que habían creado los, pongamos presuntos, tejemanejes del hasta ahora yerno perfecto, Iñaki Urdangarín, con quien nuestro ya expresidente Jaume Matas alcanzó acuerdos ahora bajo la investigación de la justicia.
Es tal el hastío de la ciudadanía ante la multitud de casos de corrupción, en los que Baleares por desgracia se situó a la cabeza, que ni la posible alusión velada al duque de Palma y a su supuesta entidad sin ánimo de lucro, elevó el interés por un discurso esperado, pero más por los medios de comunicación que por los propios españoles. Hemos agotado ya la capacidad de sorpresa ante la ingente cantidad de mangantes imputados por meter la mano en la caja pública y llevarse lo que nos pertenece a todos.
Eso sí, a medida que surgen nuevas informaciones sobre el Instituto Nóos baja la popularidad de la Casa Real y se cuestiona cada vez más su papel y lo que éste cuesta al Estado. Una frase se me quedó grabada entre bocado y bocado navideño, y espero que se cumpla: que se hará justicia y que ésta será igual para todos, para los llamados nobles y para los que, cosas del azar, nacimos plebeyos, y que entre éstos últimos se incluya a los advenedizos.