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Menos pesimismo y más ambición, menos mercados y más política

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Guerra total al pesimismo. Hay que desterrarlo y, pese a la crisis, mirar al futuro con optimismo. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no ha logrado sacudirse cierto pesimismo al alertar que este año seguirá empeorando el desempleo. El aviso de Rajoy quizá se debe a un ejercicio de realismo y transparencia. Puede ser. No hay que descartarlo. Obsesionado con el cumplimiento de los compromisos de austeridad y reducción del déficit que adquirió ante Angela Merkel, Rajoy tiene absoluta confianza en sus dos reformas imprescindibles: la financiera y la laboral. Aun a riesgo de que los números no cuadren en la primera y de que la segunda acabe abriendo la puerta a la convocatoria de una huelga general.

En todo caso, Rajoy tiene que erradicar cuanto antes cualquier manifestación alarmista y escuchar la voz del maestro. José María Aznar, presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), ha proclamado a los cuatro vientos que España ha recuperado la ambición y que será un "modelo a imitar" por otros países. En el mundo se celebran congresos de todo tipo. Pues bien; Aznar ha aprovechado la tribuna del IV Congreso Internacional de Excelencia, recién celebrado en Madrid, para destacar que confía "en que, de nuevo, será otros los que tomarán a nuestro país como referencia de comparación. En que verán en España el modelo a imitar, el camino a seguir para alcanzar la excelencia. Esa es mi confianza. Y esa sigue siendo mi ambición para España". Por supuesto que Aznar también recordó ante los congresistas que durante su mandato presidencial España fue "una de las mejores democracias del mundo", "una de las economías más competitivas del mundo, uno de los gobiernos más rigurosos y una de las sociedades más activas y pujantes". Claro que la ambición aznarista se vio interrumpida por la etapa del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, hecho que Aznar obviamente lamenta porque al frente del PP "hizo posible que España fuera un estado fundador del euro, que nuestras capacidades de crear empleo fueran espectaculares, que la valoración de nuestra deuda fuera mejor que la alemana y que nuestro nivel de renta se acercara a la media europea". Y para redondear su exultante intervención, el presidente de FAES indicó que el concepto de excelencia "tiene que entenderse como modelo social a imitar por todos y para ello es necesario mantener una exigencia y una ambición capaces de movilizar todo el talento y todos los recursos que ya existan en la sociedad, además de crear talentos y recursos nuevos".

En serio y sin cachondeo. No se trata de que la ambición sustituya sin más el pesimismo reinante. Al margen del encendido canto al optimismo y el autobombo de Aznar, es necesario que la que fue "una de las mejores democracias del mundo" y por extensión los restantes países de la Unión Europea antepongan la política a la economía. La resolución de muchos de los grandes problemas actuales así lo requiere. La crisis financiera en la que se halla inmersa Europa ha puesto de manifiesto el predominio del poder económico sobre le poder político. Los mercados impone su ley y los políticos acatan sus exigencias para evitar, siempre que puedan, caerse del poder. Así ha ocurrido hasta ahora. Los mercados dictan el rumbo que más les conviene. Pero no debiera permitirse que la política y los políticos se vean arrastrados –e incluso humillados– por los intereses de los mercados.

Y a propósito de mercados, el transporte aéreo de Menorca es fundamentalmente un problema político, un problema que reclama soluciones políticas y no unos enfoques meramente económicos, de estricta rentabilidad. Transcurridas ya dos semanas del cese de la actividad de Spanair, Menorca sigue –indignada– a la espera de soluciones para el problema del transporte aéreo. Y no cabe aceptar un enésimo parche para recuperar la conexión directa con Madrid. La cuestión de las comunicaciones aéreas es por supuesto mucho más profunda porque, como defiende la plataforma ciudadana que lidera Anton Soler, los menorquines reivindican el derecho a disponer de un transporte digno y no se conforman ni quieren conformarse con la simple adopción de sucesivos paños calientes.

El mercado aéreo se conduce por criterios de rentabilidad económica y el interés general, el que importa a los usuarios, siempre queda relegado en un segundo plano. Al margen del caso de Spanair, las aerolínea no dudan en reducir o suprimir conexiones si no se cuenta con suficiente demanda y no resultan por tanto rentables. En consecuencia, esas mismas compañías solo incrementan sus ofertas y sus servicios cuando crece la demanda, cuando cuentan con garantías para el negocio, es decir, durante la temporada turística. En cambio, en temporada baja, en pleno invierno, los residentes –y aquí habría que incluir a los ciudadanos extracomunitarios– continúan sin el enlace directo con la capital de España y, lo que es peor, deben afrontar un considerable aumento de tarifas por parte de las compañías que siguen operando con Menorca. Ante tal situación, importa la política y no el mercado. Por tanto, José Ramón Bauzá tiene que ser el primero en exigir directamente a Mariano Rajoy una solución política para un problema esencialmente político. (Porque el hecho de que Santiago Tadeo se entreviste con Juana Francis Pons y Antonio Juaneda o que Juan Carlos Grau entregue un informe a Ana Pastor de momento solo ha proporcionado sendas fotografías en la prensa, es decir, nada. Disculpen mi pesimista paréntesis).

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