Salen en masa para defender la educación de la que hacen gala y se les trata como a enemigos, enérgicamente, con rabia descontrolada o sobreexcitación, tal vez ensayando para el futuro que se imaginan y preparan, se les golpea preventivamente, seguramente para que se lo piensen y no repitan. Al rato una disculpa que no lo fue acompañada de unas declaraciones que avivaron las llamas de la protesta y otras tantas manifestaciones se dan cita, esta vez sin represión ni represalias, limpias, en eso por fin coinciden, unos porque quieren subrayar y denunciar el grave error que se cometió contra ellos en la primera protesta, los otros porque pretenden borrarlo, como si nada, sin más, como si fuera posible llegar antes al olvido que a las cicatrices. No pintan bien las cosas en Valencia. No pintan bien en ninguna parte.
Grecia, sin irse muy lejos, lleva años aplicando medidas drásticas y duras reformas que no han hecho más que volverla más débil para afrontar un futuro que cada vez se presenta peor, más amenazante. Lejos quedan los tiempos en que todos los caminos conducían a Roma. Ahora son más bien todas las reformas las que llevan indefectiblemente a Grecia, a abrazar su mismo futuro, su misma suerte o poca fortuna. Cada ajuste, cada medida, cada recorte y cada ERE nos acerca y vincula a la actualidad helena. También los griegos se lo han visto venir durante mucho tiempo y han salido a la calle en numerosas ocasiones, no demasiado atendidas (no fuera a ser que se propagaran las ganas por Europa) han salido, decía, muchas veces a protestar y mucho menos pacíficamente que los estudiantes de Valencia, cargados, por supuesto, de mucha más indignación y desesperanza, embistiendo con las pocas fuerzas que les quedaban contra el sistema que los asfixia. Pero nada. Desde su gobierno poco pueden hacer, desde ningún gobierno se gobierna nada, y ellos se agarran a la única mano tendida, es Europa, que acude al rescate aunque con condiciones de secuestro. No hay alternativa y se dejan hacer.
Nadie sabe cómo acabará Grecia, ni si está al borde de perderlo todo o de darse cuenta de que ya no le queda nada, además de ningún amigo, dinero o prestigio. Ahora Grecia sólo es sinónimo de deuda y de contagio y con toda la fuerza de lo que el mundo sin duda le debe, se le está exigiendo que devuelva lo que se le ha prestado y en los plazos previstos, ahora que no puede, ahora que nadie tiene nada, pide tiempo, doblegada, irreconocible, mirando a un suelo muy abajo, va cogiendo aire de los bufidos de Europa.