El derecho al trabajo no es tal porque si fuera realmente un derecho exigible no deberían existir los parados involuntarios. Sería una obligación real del Gobierno y de toda la sociedad impedir el desempleo. El derecho a la huelga tampoco es tal, porque entonces debería poder ser ejercido por todos los trabajadores, incluidos los que forman las colas del paro. Entonces los derechos son siempre individuales y es cada persona, esté ocupada o en el paro, la que decide qué actitud adoptar ante la terrible situación que vivimos.
No creo que el Rey Juan Carlos vaya a apuntarse a la huelga general. Y no porque su "empresa", la Zarzuela, no pueda permitirse estar un día sin rey, sino por lo que les dijo hace unos días a los grandes empresarios españoles: "Hay que arrimar el hombro". El hombro en cuestión pertenece a cada uno y por tanto no es comunitario, sino personal e intransferible y cada persona decide a qué lo arrima.
Si hay una empresa cuyos dueños engorden sus beneficios y aprovechen la reforma laboral para incrementarlos, eliminando puestos de trabajo, harán bien los sindicatos en mandar los piquetes informativos. Porque detrás de cada empleo hay una persona y sus circunstancias personales e intransferibles. Y vale la pena luchar por conservar cada puesto de trabajo. Quizás una forma sea mediante la huelga y la protesta. Otra, seguramente compatible, será siempre arrimar el hombro.