Pasearte por Maó luciendo capa, espada y lanza, mola que no veas. Sentirte estos días como un superhéroe con un casco que te salvaguarda la identidad mientras los más pequeños alucinan contigo es una sensación inigualable a la que hay que sumar las impresiones que tiene cada uno. Ser centurión es lo que tiene.
A menudo me preguntan por qué me disfrazo durante estos días con un traje que pesa lo suyo, aguanto de pie y sin moverme durante la misa y participo en los actos religiosos que se conmemoran estos días y que para la mayoría solo sirve para que tengamos vacaciones. Hoy en día los valores que acompañan a la religión parecen no ser la prioridad y a los jóvenes les importa más Bob Esponja, Cristiano Ronaldo o a cuánto está el paquete de tabaco.
¿Por qué salgo en Semana Santa? Los centuriones nos cambiamos en la segunda planta en Santa María, lo que llamamos Cuartel General. Tenemos nuestras normas, nuestros hábitos y nuestras tradiciones. Al entrar, en el ambiente te empapas de una sensación que te reconforta, sabes que cada uno está ahí por sus motivos. Una promesa, un deseo cumplido y otro por cumplir o simplemente porque haciendo lo que hacemos nos sentimos mejor.
Lamentablemente cada vez un mayor número de personas ve a los que seguimos estas tradiciones con malos ojos, faltando al respeto y tratándonos de locos. Explicar porqué lo hacemos, como ya he dicho, es difícil. Habrá quién crea en mayor o menor medida, al que le guste fardar de espada, al que desde pequeño le inculcaron esta tradición y el que se alegra de reencontrarse con los compañeros de la confraternidad un año después.
Decidir en estas líneas los motivos por los que hacemos una u otra cosa resultaría imposible pero sucede que a veces sientes que haces lo que debes sin reparar en si es lo mejor ni lo peor, sino simplemente lo que debes. Y si alguien no cree en lo que digo que el año que viene se fije en los rostros de los más pequeños cuando pasan los centuriones de San Cornelio al son de los tambores. Y de paso invito a todo aquel que quiera a que viva, por lo menos en una ocasión, la pasión de la Semana Santa, seguro que se sorprendería.
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