Corren y se visualizan videos en internet de una ufana Soraya Sáenz de Santamaría que, desde la oposición, prometía que no habría subidas de impuestos. Ahora, como portavoz del Gobierno, nos informa semana sí y otra también, de los paquetes de medidas que nos van a poner, dicen, en la senda del crecimiento pero que, hasta ahora, empobrecen cada día más nuestros bolsillos. Ahora toca el IVA y el sector turístico está en pie de guerra.
En realidad, cualquier gurú, campechano eso sí, de la economía doméstica sabe que un aumento de un impuesto finalista como el IVA repercutirá en una subida de precios y que lo acabaremos pagando los consumidores. Y que eso sumado al ingente número de parados y a los recortes salariales de los que aún tienen empleo solo puede tener una consecuencia, yo diría que nefasta para el sistema en el que andamos metidos: la paralización, aún más, del consumo. Todos quietos, sin gastar, a la espera de que acabe la pesadilla.
En una cosa tiene razón el señor ministro de Hacienda, y es que la pregunta de "con IVA o sin IVA" es como un deporte nacional, y en que, si todo el mundo pagara, quizás no harían falta incrementos impositivos. Aplicarse en la persecución del fraude es necesario, pero la subida anunciada más bien parece que hará engordar las cuentas sumergidas y que acabarán pagándola justos por pecadores.