Ryanair acumula denuncias de consumidores por su política de equipajes, por los problemas de algunos residentes para obtener el descuento en los billetes, y por publicitar, de un modo que considero engañoso, unas tarifas baratas que no se corresponden con el cargo final en la tarjeta bancaria, cuando se suman todos los extras.
A todo ello se añade una investigación de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea por la sospecha de que apura el combustible en sus aviones pero, aún así, el bolsillo manda, y a la hora de volar, esta compañía de bajo coste es la primera opción para muchos viajeros. El último episodio de enfado general con Ryanair se vivió este fin de semana en el Aeropuerto de Menorca, donde estuvieron a punto de quedarse a dormir los pasajeros del vuelo a Madrid -en la terminal, porque estos no pagan hoteles, se comentaba-, después de esperar doce horas para embarcar.
Es incomprensible que si el motivo del retraso fue, como se informó oficialmente, una avería, no se explicara bien a los pasajeros. En lugar de ello, la mayoría de las aerolíneas optan por jugar al gato y el ratón, cambiando el "retrasado" por "nueva puerta", mareando a sus clientes hasta hacerles enfurecer, cuando seguro que la mayoría entendería las causas y preferiría esperar y volar seguro, sin tener que provocar escenas y arremeter contra los que dan la cara por la empresa, los trabajadores en tierra.