A Menorca le debemos mucho más de lo que nos imaginamos. Desde hace tiempo sé que soy un privilegiado por haber nacido donde lo he hecho con sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas. Crecer en una isla donde todo está más cerca, la mayoría de caras te resultan familiares y la desconfianza es mínima -aunque algunos se empeñen en cargarse esta virtud con 'pilleries i malifetes', es fruto de una coincidencia que se debe disfrutar.
Hasta ahora nos hemos dedicado a disfrutar de una paleta de azules maravillosos que nos sorprende en cada cala, con una arena que a ratos es fina y a ratos es gruesa, pintada al antojo de las rocas que la rodean. Una vegetación caprichosa, guerrera y brava, como el carácter menorquín, que sobrevive a la tramontana y a cualquier elemento natural que la aceche, herencia histórica de mangoneos y vaciles que todavía hoy tienen vigencia.
Como digo, lo nuestro ha sido saborear cada una de las mieles que ofrece este paraíso en el que se inspiró el jardín del Edén, sin duda. Habrá mejor o peor gente, cada una especial en lo suyo con sus vicios, sus virtudes y sus tejemanejes. Si echamos cuentas, el saldo es negativo por lo que ahora toca dar la cara.
Nuestra casa está siendo atacada por un terrorista, un insensible que ni debe ni merece estar en Menorca y que, por supuesto, con sus actos demuestra que ni la ama ni la respeta. Un enfermo que necesita ayuda pero que debe responder por sus actos. Cuatro incendios en menos de una semana no son casualidad, son el fruto de una pesadilla que mantiene en vilo a los menorquines de aquí y de ultra mar.
En una época en la que las redes sociales nos permiten saber no solo lo que está pensando el vecino sino incluso lo que ha comido, dónde ha estado o qué ha estado haciendo, es el turno para que se aproveche este exceso de información, para que se gestione como sea necesario pero para que se dé con el indeseable pirómano.
Estoy convencido de que una movilización ciudadana partiendo de alguien que conoce a alguien que a su vez conoce a otro... Pero con moderación. Está claro que todos exigimos venganza, justicia, castigo o como quieras bautizar, amigo lector, la ira que te corroe por dentro. Menorca ha estado ahí siempre y ahora que está indefensa es nuestro turno.
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Asseguts a sa vorera
La isla está en peligro