Aquí en Europa, y más concretamente en España, estamos concentrados en la crisis que mantiene en vilo a nuestra economía y por extensión también a que se resquebrajen los cimientos de la UE, un invento que ha ayudado a la prosperidad y la paz en el viejo continente. Es normal que estemos todo el día mirándonos al ombligo, pensando a nivel personal y colectivo en cómo nos está afectando esta recesión. Pero no estaría demás que de vez en cuando levantásemos los ojos y mirásemos lo que está pasando por el mundo. No somos los únicos ni los que lo estamos pasando peor.
Dejando de lado por un momento guerras y hambrunas que asolan a numerosos países (esos dramas olvidados y de los que en parte somos culpables como mínimo por omisión), a mí personalmente me está inquietando la campaña electoral de EEUU. De hecho, allí empezó a cuajarse nuestra desgracia económica -aunque cada Estado tiene que entonar su mea culpa- construyéndose un castillo de naipes (más bien de dólares y euros) que se ha derrumbado estrepitosamente. Ahora dos hombres, Romney y Obama, están en la recta final de la campaña electoral que elegirá al presidente del imperio, cuyas decisiones tienen en su esencia el efecto mariposa (para bien o para mal repercuten en el resto del planeta). Por ello, no estaría mal que pudiéramos votar al que va a ser el amo durante los próximos años. Yo al menos reclamo el derecho.