Todas las guerras del mundo y de todos los tiempos, demuestran que la tendencia a la polarización en la especie humana no es algo reciente ni caprichoso. Por mucho que no sea bueno ni deseable, sino horrible, trágico y lamentable.
En tiempos de crisis, la tendencia a la polarización aumenta. La gente se va rápidamente hacia los extremos y se alejan los unos de los otros. Necesitan un objetivo identificable al que poder enfrentarse cuando sus niveles de malestar o frustración aumentan. En dicha situación, siempre encontrarán a alguien dispuesto a seguirles el juego; sea en forma de líder carismático, honrado vendedor de armas o ruidoso grupo de presión mediática…
Parece como si, para dar sentido a la existencia, necesitásemos ir cogiditos de la mano frente a un enemigo común que nos cohesiona. Los otros tienen la culpa de todo. Somos unos mártires sin autocrítica. Posturas irreconciliables, actitudes hostiles, desafecciones y tensiones llegan a alcanzar cotas increíbles. Uno ve tan claro lo suyo, como los otros ven lo contrario. Anclados en el terreno, como en la pintura de Goya "Duelo a garrotazos".
Aunque en Física, polarizar signifique: "Modificar los rayos luminosos por medio de refracción o reflexión, de tal manera que queden incapaces de refractarse o reflejarse de nuevo en ciertas direcciones", la acepción popular y más simple de la palabreja es "orientar algo en dos direcciones contrapuestas". Como en los casos de divorcio, donde se pasa de enamorados a polarizados.
Muchas veces, los problemas de una pareja los sufren sus hijos de una manera cruel, puesto que son víctimas inocentes de algo que les desborda por completo y ante lo cual, se sienten confusos e impotentes.
En determinados momentos históricos, la inmensa mayoría de la población se encuentra en la misma situación del hijo cuyos padres han decidido separarse. Sabe que ha perdido algo muy valioso, pero no acierta a explicarse porqué.
Ir todos a una, alcanzar el consenso, remar en la misma dirección o plantear metas compartidas…son propósitos que suenan demasiado lejanos cuando la polarización se produce. Cuanto más tiempo transcurre, más difícil nos resulta revertir la tendencia o evitar el enfrentamiento. Proliferan los follones, los disturbios, las algaradas que nos llevan del desorden privado al desorden público. El panorama se torna confuso como en tiempos de epidemia.
Normalmente, nos cuesta medir las consecuencias de nuestros actos. El que empieza a fumar, no sabe lo que le espera. Cuando el que ha bebido en exceso se pone al volante, tampoco imagina lo mucho que se puede arrepentir o el dolor que puede causar a los que le rodean. El pirómano sabe que el fuego que provoca es demasiado fácil de encender y muy difícil de controlar cuando el viento sopla con fuerza.
Vuelve a resurgir el nacionalismo en Europa. Los vientos de la crisis suelen avivarlo. No es algo nuevo ni sorprendente. Basta con leer los libros de historia.