El sector agrícola y ganadero, una vez más, se encuentra en una situación crítica. La lucha por mantener la producción láctea es una batalla perdida de hace tiempo y ahora se hace más evidente con una reducción de un quince por ciento de la cabaña en solo seis meses, unas 1.500 vacas y novillas. Los problemas para financiar la producción, debido al incremento de los costes, y el retraso endémico en el pago de las ayudas por parte de las administraciones no hacen más que agravar la situación del sector. La agricultura ecológica es uno de los pocos aspectos positivos, ya que se consolidan las 5.000 hectáreas de producción. También lo son algunas iniciativas de cooperativas, como la de acceder al suministro al sector hotelero. Da la impresión de que la sociedad menorquina, tan orgullosa de su paisaje rural, ha perdido interés por el sector agrícola y ganadero. Los ejemplos son numerosos. La formación agraria se mantiene, después de que estuviera a punto de transformarse en estudios de jardinería. El matadero insular que debía impulsar la producción de carne ha sido aparcado por su elevado coste. Los programas Leader y el contrato agrario se mantienen pero a ralentí. Y no todo depende de la Administración. Mantener la calidad de la zona rural de la Isla merece otra sensibilidad y mayor esfuerzo.
Editorial
El campo, de nuevo, en alerta roja