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Xerradetes de Trepucó

Alicia Huguet Triay, admiración por su esfuerzo en bien de su familia

Club Marítimo de Mahón, Alicia junto a su padre, en una de sus primeras actuaciones, sonando la guitarra, entre Lorenzo y Magdalena. A la izquierda Maria del Pilar Escandell, Elisa Gámez, frente a la columna y agachada Cecilia Morro.

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Siempre a la zaga de entrevistar a personajes que dejaron huella. El listado es largo, y el tiempo escaso para poder ir charlando con cada uno de ellos. Hacía semanas que deseaba sentarme un rato con Alicia Huguet Triay, la pequeña de can Cosme. La cuarta de aquella admirada y querida familia, a la cual jamás me cansaré de alabar.

Pertenecientes a una barriada de bona gent, nombres con solera. Don Agustín Doménech, la familia Díaz Ponsetí, los Florit, los Vidal Massa, el convento de las religiosas Carmelitas, Industria Llabrés, en Joanals, la familia Melsión, varias fábricas de calzado, el Colegio La Salle, los Thomas, Ortega, el cuartel de la Benemérita, los Fernández, los Enseñat, Gomila Borrás y otros 'Gomilas' apodados a "can vuit". Los Cabrera, los Mus, Llabrés, Ferrá, estos últimos, auténticos maestros en el arte de la pesca y marisqueo. Casa Roca (Restaurante y fonda), los Montoto Ferrer, varios modistas (Catalina Bennsásar, Juanita Orfila, Niní Oliver, Argüelles) Federico Erdozaín, la familia …. Pascuchi, los Pastor. Mi querida barriada, con sus tiendas de comestibles y sus hornos, oliendo a pino y acebuche. A pan recién hecho, a peroles, recién cocidos, tostados cacahuetes y trencitas de Marina, que sabían a gloria.

Es que filen prim creerán que me olvidé del Trocadero de Miguel Guardia, casa Diana, la Lupe y algunos bares. En honor a la verdad estos, señores míos, comparados con la sociedad, actual , fan ganes de riure todos ellos modélicos en su manera de convivir con la vecindad. Siempre correctos, muy educados, sin escándalos.

Tampoco olvidé a Cortés el fotógrafo, ni casa Mateu des gelats, ni la fundición Vanrell, ni Martorell, encargado de La Minerva. Ni casa Garangou y su vecino la Aserradora Menorquina del señor Florit. Jamás dejaría a Juanito Petrus, maestro de ribera, ni a Nisio, camarero ejemplar, tampoco a Biel, aguador repartiendo con su cuba tirado por una mula. Ni la imprenta del señor Manuel Rotger.

A un tiro de piedra el palacete de los Ladico de Limia y dos importantes industrias Ipar y Catisa. En la plaza de San Roque, el taller mecánico de coches y motos de Dº. Antonio Pons, primer motorista de la motora nº. 2 y su hijo Toni, continuador del buen hacer del padre. Y por supuesto el Cine Alcázar, ocupando lo que fue la catedral de la juventud mahonesa. La escuela de San Estanislao de Kotska, fundada en 1897 por el reverendo don Antonio Marqués.

Menuda barriada la nuestra, ubicada en las antiguas tancas del Carme. Por si fuera poco, Bellavista y El Árbol, fueron designados como zona residencial, con el Hotel Port Mahón y un colectivo de chalets ocupados por diferentes familias benestantes.
La antigua residencia, el hospital Virgen de Monte Toro. Las Calabrias en la calle de san Juan, y en la de la Plana un bar con solera , Can Carretero, vecinos de los Gomilas, actualmente ocupando la tercera generación al cargo de la funeraria.

Tras gozar volteando por mis calles, una vez mas, me paro frente can Cosme, orfeonista en cuerpo y alma junto a Anita, su esposa. En esta ocasión, no es mi intención hablar del maestro folklorista, al que tanto le debemos. Me decanto por el nacimiento de Alicia, una tardanilla que hizo rejuvenecer a sus padres, no bajó por la chimenea con un pan bajo el brazo. Lo suyo fue diferente, llegó con un cesto repleto de buenos augurios para sus hermanos. En Deo, Gardenia y Gloria, que acogieron a la pequeña con gran ilusión.
Alicia, nació el 7 de julio de 1949. En la calle de la Concepción 45 de nuestra ciudad. Llegó entre sones de jotas y fandangos, su padre disponía de una interminable lista de jóvenes aspirantes a aprendre a sonar la guitarra. Unos aspirando a su dominio y otros, a recibir lecciones del maestro, les bastaba con tal de poder salir acompañando su cuadrilla de cantores ejecutando las populares serenatas. Tan en boga.

Para saber algo más y para que nos refresque la memoria, nadie mejor que mi querida amiga. Sa petita de can Cosme.
Alicia, ¿recuerdas, algunos de aquellos jóvenes aprendices?

A mi cabeza acuden, cantidad de caras, muchas de ellas me esfuerzo en recordar sus nombres, y lamentablemente, es imposible. Entre ellos Antonio Allés que me servava. También Darío Vidal Torres, que era como de la familia, mi padre lo adoraba. Los que más tarde formarían el popular trío de los Parranderos. Los inolvidables Marcos y Tolo. Benito Permuy . Los Novax , varias jóvenes, entre ellas tu cuñada Lola Rebaque, que incluso regaló una fotografía a mi padre, tocando la guitarra, y que mi madre agradecida por el gesto, la colgó en el comedor.

¿Dónde fuiste al colegio?

Como todos los niños de la barriada, a la escuela de las monjas Carmelitas, de la calle de Santa Rosa. De párvula, con la hermana Francisca. La misma que años después me pedía que le cantara, el cuplé de La Violetera.

Eran mis compañeras, Paquita Sastre, Paca Mus, Juana Pons Riudavets, Piedad Arcos, Rosi Vidal, entre muchas más.

Después pasé a la escuela de davall sa plaça, con doña Fortunata, doña Catalina, doña Maria, la esposa d'en Cabiró y doña Mercedes Chavala.
¿Y después del periodo escolar?

La cosa estaba muy clara. No me gustaba ir a la escuela. Mi ilusión era ir a trabajar, y poder entregar todas las semanas un sobre a mi madre. Observar a mis hermanos cómo le hacían entrega de su jornal, era algo que me emocionaba.

En aquel momento abundaba el trabajo en las bisuterías, tanto que tras discutirlo con mis padres, tenía once años. Logré ser una más de las bisuteras del taller de Vicente Carreras en es carreró de ses Bruixes, dos años después, me incorporé al de Finestres y Astol. Ocupaba la planta baja de un molino en el camino de ses Vinyes. Era la más pequeña del grupo, sintiéndome muy querida por todos. Me sentaron en una punxonadora, que fue un calvario, destrozándome la mayoría de dedos, pero aquel dolor que sentí se vio compensado con la primera paga que recibía por mi trabajo. 73 pesetas. Aquel día el trayecto del taller hasta mi casa, lo encontré larguísimo, dándome la sensación que iba a perder el corazón por el camino. Volava. Al llegar a casa, mi madre me abrazó, mientras me daba un beso que jamás olvidé, por un momento me vi una chica mayor, una hija útil.
Mis padres, no quedaron de brazos cruzados, con su hija pequeña yendo a trabajar, me exigieron que por las noches debía ir a la escuela. Así fue. Mi maestra, una persona encantadora. Carmen Moysi, me ayudó mucho, tanto que logré sacar el Graduado Escolar.

¿Estuviste mucho tiempo en aquel taller?

Unos nueve años. El trabajo abundaba y los responsables de los talleres iban sonsacando. En aquel momento fue Satín Borbolla quien me vino a buscar y sintiéndolo mucho, dejé mi querido taller. Fue el propio señor Finestres, quien me empujó a coger un departamento como el que me ofrecían en Catisa, por aquel entonces los talleres, de menos envergadura, començaven a fer aigües.

No obstante quedamos muy amigos y más teniendo en cuenta que éramos familia.
Mientras nos encontrábamos en plena entrevista, supimos del fallecimiento de Nito Finestres Juanico, dejando la escritura, para el próximo sábado si Déu vol.

Lamentablemente, Nito, ha cruzado a la otra orilla, cuando nadie lo esperaba, cuando tanta falta hace su presencia en su hogar junto a su querida esposa Juana, sus hijas, Katy y Toñi, yerno, y hermanos. Todos lo echarán de menos, porque en Nito fue muy especial para su familia y amigos. Cuantos tuvieron la oportunidad de conocerle, de prop estarán de acuerdo con estas humildes palabras. Descanse en paz.

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margarita.caules@gmail.com

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