Defendería "a capa y espada" el derecho a la huelga; derecho que nuestra Carta Magna reconoce en el artículo 28, apartado 2, del capítulo segundo (Derechos y libertades); Constitución que desde 1978 nos ha proporcionado, con algún que otro sobresalto, 34 años de estabilidad política y social. Por ello considero que la huelga del pasado día 14 de este mismo mes, no fue ni oportuna ni conveniente. Para mí no son estos los mejores momentos para echarse a la calle sino para aunar esfuerzos y voluntades y desde un posicionamiento común, "pelear a brazo partido" para recuperar las cotas de bienestar que hemos dejado aparcadas en los últimos tiempos.
Sé de las dificultades que todos, unos más que otros, soportamos, y aunque me solidarice con los más perjudicados, con los que han sufrido directamente los recortes, con los "sin techo", con los parados o los que están abocados al desahucio, mi propuesta está en el diálogo, en el compartir, y en ser auténticamente solidarios.
Un amigo con el que compartí ilusiones y esperanzas, también dudas y recelos en aquel añorado año 78, me recuerda insistentemente que sin las negociaciones, fuera del recinto de juego y a horas intempestivas, entre Abril Martorell y Alfonso Guerra, la Constitución no habría visto la luz, ellos allanaron el camino. Por mi parte apostillo que tanto la mano derecha de Adolfo Suárez como el alter ego de Felipe González eran conscientes de la voluntad mayoritaria de un pueblo que ilusionadamente quería cimentar un proyecto de futuro en paz, justicia y respeto, de todos y para todos.
Hoy son otras las prioridades. Desde el independentismo de parte de la sociedad catalana, independentismo que resta, no suma, hasta la agresividad de unos y otros. Aquel camino que anduvimos no es actualmente transitable, porque hemos antepuesto el egoísmo personal a valores como el compartir, el respetar o el solidarizarse con las necesidades ajenas. Hoy, desgraciadamente impera más el "yo" que el "nosotros".
Analizar todo cuanto ocurre resulta dificilísimo por los muchos factores personales y del entorno que entran en juego. Expondré, como ejemplo, el de la complicidad de los que ahora incitan a la huelga como arma arrojadiza al gobierno del PP, olvidándose de que estos males fueron engendrados con anterioridad y con su complacencia. Etapa que se inició cuando Zapatero llegó a liderar el PSOE… Afirma Joaquín Leguina, primer presidente de la Comunidad de Madrid, "nunca, ha habido un líder socialista en España con tanta falta de sustancia, con tan poco pedigrí como él". De ahí nacen la mayoría de nuestros males, porque cuando había que atarse los machos para plantar cara a la recesión económica que se estaba produciendo, ni supo ni fue capaz -posiblemente porque no se enteró- de articular aquellas políticas que hubieran frenado el cotidiano goteo…, pero los sindicatos, los que ahora piden en plena efervescencia huelguista medidas urgentes, no tuvieron las agallas para exigir responsabilidades y actuaciones que propiciaran un "cambio de ruta". No lo hicieron porque el gobierno, aquel gobierno de izquierda, no éste de ahora, "era de los nuestros" y no podían minarle el camino. Ahora sí, ahora con un gobierno de derechas cualquier acción en su contra merece ser bendecida. Todo cabe, es cuestión de prioridades, olvidando incluso que el hambre, el paro, la crispación, los ajustes no tienen color, los sufrimos todos, unos más que otros, pero pocos son los que se salvan de la quema.
No bendigo todas las medidas tomadas por el gobierno de Rajoy. Me dicen, quienes gozan de mejor información que yo, o están por encima de mis conocimientos de la macroeconomía, que tales medidas eran inevitables. Yo sigo pensando en que algunas de ellas se les han ido de la mano y que carecen de sensibilidad social… Pienso que a los políticos, a muchos de ellos, les falta haber sido "pueblo", haber vivido en base a un sueldo raquítico, o a una nómina; detalle que desconocen o han olvidado, porque en tales circunstancias la llegada de la paga extra de diciembre permitía afrontar los gastos que la Navidad y Reyes originan, proporcionando, al propio tiempo, un plus de felicidad.
He querido que toda la información que durante este tiempo de post-huelga reposara en mi cerebro, que "mis verdades" no fueran a bote pronto, pero ni el tiempo de reflexión ha hecho que mi preocupación variara, sigo opinando que éste no es el camino. En infinidad de ocasiones nos llenamos la boca diciendo que los partidos políticos deben modernizarse, que es necesario forzar un cambio radical para que abran sus puertas y ventanas, y se aireen. Democratizar sus estructuras, escuchar las voces de sus afiliados y no hacer oídos sordos sino aplicar cuanto les dicen, para desde esta realidad articular aquellas propuestas que favorezcan a la mayoría, no a unos pocos, no simplemente a los que siguen aferrados a sus puestos; a los que van y vienen pero siempre están ahí, la única variante es el sillón. Pero también los sindicatos deben evolucionar, deben ser capaces de analizar desapasionadamente la situación real de cada momento y actuar por y para el conjunto de la ciudadanía, no para seguir gozando de las subvenciones que siempre favorecen a unos pocos, a los que se aferran a los cargos mejor remunerados.
De cuanto he leído y escuchado sobre el 14-N me quedo con este párrafo de Pablo Zalba, vicepresidente de la Comisión Económica del Parlamento Europeo: "En un momento como el actual, marcado por la crisis y las restricciones presupuestarias, la convocatoria de una huelga general se convierte en un elemento que no contribuye más que a profundizar en la compleja situación de la economía española".
Lo dicho, una medida desacertada, y totalmente negativa.