Se ha disparado el consumo de pastillas. Las grandes farmacéuticas se están forrando con la venta de píldoras contra la depresión, la ansiedad, el insomnio, la obesidad, el cansancio, etc.
Ante una situación tan rematadamente jodida como la que estamos viviendo muchas personas han de tirar de las pastillas de colores para intentar aguantar el tirón, que es como decir para poder aguantar la vida porque el tirón se está haciendo demasiado largo.
Es curioso ver como en las películas americanas ya nadie fuma, pero en cuanto el protagonista estresado llega a su loft de Manhattan se endiña sin pestañear un lingotazo de güisqui y un puñadito de pastillas de las decenas de botes que llenan su armarito con espejo del baño, quizás sea la cara oculta del llamado sueño americano. Y nosotros, por eso de la globalización, lo copiamos todo.
Es normal que somaticemos todo tipo de patologías, cuando la gente está sin curro, sin dinero, sin presente ni futuro, cuando incluso nos están robando ya la sonrisa y la esperanza, es lógico que se busquen botecitos con pastillas de colores que amortigüen el dolor, por tanto no es un reproche a quien así lo hace.
Seguro que dentro de poco nos inventan un soma buenísimo, como en el libro de Aldous Huxley Un mundo feliz, que nos mantendrá a todos contentos al menos en apariencia, porque igual lo que se nos queda es una sonrisa idiota por fuera y un vacío vital por dentro.
Pero mientras el ansiado elixir llega nos podrían ir dando pastillitas para el enfado, inyecciones para la indignación o supositorios para el cabreo monumental que tenemos por aguantar gestores hipócritas e inútiles: ellos desahucian personas y condenan a la pobreza a miles de niños y sin embargo tachan de peligrosos a los que les dicen las cosas claritas y sin rodeos, son tan finos de piel, tan sensibles cuando se trata de su culo, y tan insensibles y arrogantes cuando hablan de los demás que enseguida se ponen de los nervios ante las criticas.
Aunque pensando un poco, queridos lectores, esto de las pastillas tampoco va a ser la solución, viendo los recortes en sanidad y el precio al que se están poniendo los medicamentos, lo mejor es que hagamos acopio de tila y demás remedios naturales, porque comprar un ansiolítico va a costar más caro que un billete de avión ida y vuelta de Menorca a Palma, casi nada.