Apartada de la ciudad, mi refugio en el campo, lejos de ruidos, observo las miserias de los políticos a través "des caixó amb vidres" . Detesto la política, llena de engaños, prefiero continuar recordando cómo eran, o vivíamos los de mi edad la Navidad y fin de año. Me dispongo a hacerlo complacida para satisfacer a la nieta de una amiga, que tras una intervención, se ve privada de poder seguir ses xerradetes. Ella fiel seguidora de Guideta i Praxèdies, escucha con atención los relatos de las mujeres des talaiot de Trepucó. Por una jovencísima Juana. Y que todos desearían por nieta.
Una de las ilusiones de antaño era la gastronomía, por encima de cualquier otra. Si se tiene en cuenta que los manjares navideños tan solo se comían una vez al año. Cuando se hablaba de "s'animal de Nadal" había motivo para alegrarse, los que invaden los comercios actuales, nada tienen que ver con aquellos, engordados de manera natural, comida auténtica y la placidez de corretear sueltos por el campo. La prueba palpable de su alimento se comprobaba una vez " escatat" al abrir el estómago, se encontraban granos de llentrisca y pequeñísimas piedrecillas. En Menorca, las aves de corral se las conocía por "aviram".
Es curioso observar "sa cap ficada" comercial sufrida por los isleños. Perdiendo toda clase de negocios e industrias. Calzado, bisagras, bisutería, tampoco se embarca ganado, ni cerdos, ni pescado fresco, ni mariscos, ni langostas, panes de mantequilla, dulce y salada, requesón. Las famosas botas de goma, katiuscas de la fábrica Codina y sus bolsas para calentar la cama. Las máquinas de calcular. También se embarcaban, canarios, tortugas, cremanades…Manzanilla y licores. A principios del siglo XX, las famosas pastas para sopa (fideos, maravilla, macarrones, estrellitas, tiburones etc.) Los ciudadelanos, me refiero a los fabricantes de turrón fuerte, muy apreciado en la isla y en Barcelona, donde se encargaba de un año para otro, según me explicaba el de las motoras, que en su época de la Aeronáutica Naval, llegó a conocer varias pastelerías entre ella una de la calle Santa Ana y otra muy cerca de la iglesia de la calle Fernando que disponían del mismo. Mientras las chocolaterías de Mahón, hacían lo propio mandando cajas a la ciudad condal.
Algún lector, pensará que me olvidé del embarque de mulas, asnos, caballos que se embarcaban en los correos de Mallorca y Barcelona. Ni tampoco voy a dejar en el fondo del tintero "Pelikan" a los hijos de los payeses. Por estas fechas en las cercanías del barco atentos, vigilando la apreciada mercancía, jaulas de gallos, gallinas, pollos, conejos, mientras vigilaban a los galls-d'indi que mantenían atados de una de las patas con largas cuerdas. Todo ello se embarcaba en la panza del vapor correo. Citar las cajas de huevos rumbo a la Boqueria, el mercado de la rambla de las Flores, donde los carteles de productos de Mahón se podían leer por doquier.
Todas las semanas atracaba en baixamar de uno a dos veleros procedentes de otros puertos. Recuerdo haber subido en alguno de ellos, tan solo citaré el cala Fornells que en cierta ocasión, Gori arregló sus motores, en compensación por tal favor, le obsequiaron con una caja de naranjas de las llamadas Navel, buenísimas.
No es extraño que Gori subiera a la casa del padre pobre ( monetariamente) su misión era ayudar. Le costaba tanto a la hora de facturar. Si alguien lo duda no hay más que preguntar a mi primo Ramón María Caules, encargado en un tiempo de hacer las facturas. Aprovecho para mandarle un panaret ple de carinyo a repartir con su querida esposa na Carmen, sus hijos y nietos una familia de las de antaño, muy unida y ejemplar.
Volviendo con el tema de los frutos, propios de estas fechas, los de mi edad no habrán olvidado las tiendas con racimos de plátanos colgando del techo, canastas de naranjas y la fruta navideña por excelencia, las mandarinas. Por supuesto se encontraban las manzanas conocidas por el Bon Jesús, aromáticas, de sabor agradable. Los melones "de tot l'any" sembrados en nuestros campos, guardados en los porches, para las grandes ocasiones. Los botes de cristal, llenos de granos de uva con anises.
En el apartado de frutos secos, las almendras. Las que tanto trabajo nos dan. Recogerlas, eliminar sus cáscaras, tostarlas, picarlas, vuelta a quitar la segunda capa, ideal para encender "sa foganya".
De las almendras, podríamos escribir varios renglones. Crudas, tostadas al horno, sofritas con un poco de aceite bien caliente. Trituradas acompañando salsas. Para un buen consomé. Las deliciosas tartas, únicas con que nos obsequiaban nuestras madres, decoradas con merengues suizos, que tanto trabajo les reportaba. ¿Y qué me dicen de los amargos? de los casquiñols, y los roscos al estilo Ciutadella. Los que tanto añoro y recuerdo, no los he vuelto a comer, desde que mis tías Paula y Nina, se unieron con los Ametller, allá en el cielo. Ellas aprendieron la receta de s'àvia migjornera Juana Pons Masanet, la que por muchos años fue recordada con cariño por cuantos habían trabajado en calidad de missatges en Son Tarí, afirmando fue la madona mejor de cuantas habían conocido, su cocina era superior a cualquiera. De ella heredé la receta del queso de almendra o pasta económica. Las cajitas de almendra y la reina de las recetas a base de almendras, Pasta Real. Si me permiten felicitar a la pastelería Moll de Ciutadella que trabajan la masa "com ningú". Una vez escrita esta frase, Agadet, me ha hecho saber que en Ferreries se encuentra una pastelería merecedora de la misma felicitación, lamentablemente ignoro su nombre.
Cuando creía, había finalizado con las recetas a base de almendras, me doy cuenta que olvidé el turrón de la Reina, y la horchata mezclado con metles. Desisto de continuar en el apartado de recetas culinarias, mis lectores, ya saben donde encontrarme, para cualquier consulta.
Mientras me despisto y voy de aquí y de allá, me doy cuenta que termino la hoja de escribir y aún no he empezado con el tema que Juanita me ha solicitado para su abuela. El aguinaldo. Así llamábamos a la propina con que se obsequiaba, a los pequeños de la familia. Se hacía de diferentes maneras:
De reunirse la familia para comer el día de Navidad en casa de los abuelos paternos o maternos, de ser gente acomodada, al sentarse en la mesa, debajo de la servilleta se encontraba el aguinaldo. Por regla general uno o dos duros de plata. Incluso a veces los hijos de la casa también eran obsequiados. Esta servidora, conoció a uns senyors, padres de cinco hijos entre varones y hembras que todas las Navidades regalaban a cada uno de ellos mil duros. En los años cincuenta mil duros eran cinco mil pesetas. "Un dobleram".
Desde media mañana las familias se visitaban felicitando las Pascuas. En cada uno de ellas obsequiaban a los niños. Aportaciones destinadas a la hucha. Según el parentesco era más o menos "gros s'aguinaldo" . La cosa podría ser desde un duro, el más frecuente, o dos, incluso recibir un papel de veinticinco que se invertían en la compra de sellos llenando varias libretas que a su vez se ingresaban en la cartilla de la Caja de Pensiones.
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