Mientras escucho la sonata "Luz de la luna" de Beethoven, acude a mi memoria, uno de los muchos poemas del poeta y musicólogo brasileño Mario Andrade:
He contado mis años y he descubierto que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que he vivido hasta ahora.
Me siento como aquel niño al que regalan una bolsa de caramelos, los primeros se los come feliz pero, cuando se percata de que quedan pocos, comienza a saborearlos profundamente.
A pesar de mi propósito de relajarme, de intentar tranquilizarme con la música, siguiendo los consejos de el "fielatero", la rabia se apodera de mí y me comería el mundo. ¡Qué digo! Oh Dios, perdonad a esta pobre pecadora a quien tanto le duelen las "malescriances". Y pensar que estas se encuentran por todo. Por ventura que desde mi refugio en el campo, lejos de ruidos y personas con las que no deseo toparme, "ni de bades" intento evadirme. No siempre lo logro.
Detesto la política, repleta de engaños "de llepades", donde el más astuto se lleva la mejor parte. Figurando por todo y con todo. Desfilando egos inchados, en el número que sea, con tal de estar ahí.
Ya sé que nos debemos a unas leyes, ya sé que estas se deben cumplir, pero con razonamiento. Nada más. Lo que pasa de la raya es intolerable, y aquí lo que precisamente sobra es la intolerancia.
Si escribo así es porque, después de leer la página ocho del jueves, saco humo, tal cual "es llangartaix de Lò". Vamos a ver: cómo es posible que nuestras gentes, las pocas que quedan trabajando en el campo, se sientan alarmados tras sufrir excesivos controles.
Decir a la autoridad competente que no abuse, que todo vale un Perú, que estamos en crisis, que la vida no es fácil, que todo son pegas e impedimentos ¿qué más se puede pedir a nuestros payeses?
No tan solo encuentro excesivas las reiteradas inspecciones de trabajo, día sí y otro también, por parte del Seprona. Como muy bien explicaron los afectados al conseller balear e insular señor Company, las explotaciones ganaderas por regla general suelen ser familiares. Lo fueron toda la vida. Los predios más importantes, solían pasar de padres a hijos. Hoy se encuentran abandonados, parece ser que la culpa se puede achacar a la mala suerte de tocarnos el "gordo", quiero decir el timo de la Biosfera. Los mayores, los de pocas luces, aún a día de hoy no sabemos que es la Biosfera, a no ser esta plaza tan fea llena de cemento, de palmeras y hierbajos.
Mis abuelos maternos, que tantos años "van ser es l'amos de Son Tarí", amén de dos "missatges", sus nueve hijos también ayudaban en los quehaceres, ya que eran muchos los que cada jornada se debían ir repartiendo. Mientras unos conducían las reses después de ser ordeñadas, otros ayudaban a elaborar el queso, o la mantequilla, panes de requesón, se bajaban las vacas a las "tanques", otros hacían leña, cortándola y colocándola en su sitio, araban la tierra, arreglándola a la hora de la siembra, sembraban, al tiempo de recoger sus frutos, arreglar árboles, y las paredes, que tras un temporal alguna se caía. Se debía bajar al pueblo, era inevitable, "sempre hi havia coses" en casa de los señores, o ir al herrero, o Dios sabe dónde.
Según la estación del año se trabajaba en una u otra cosa, las faenas iban rodando como las manecillas del reloj que se encontraba en el comedor.
No me olvido del cuidado de los establos y sus animales, ni del corral con sus gallinas y conejos, ni de las pocilgas y el sacar agua para tantos. No disponían de bomba para sacarla. Esto llegó años más tarde.
En tiempo de setas, caracoles o espárragos, se debía añadir como un nuevo quehacer, con ello se intentaba ganar "una peseta" y cuanto se ponía en la "ancolla" era bien recibido, faltaría más, no se despilfarraba nada, al contrario todo se aprovechaba.
En que estarán pensando los que escriben sobre el papel las leyes. Me resulta tan difícil pensar que podría llegar alguien y poner una multa porque el hijo o la hija de la casa trabajan con sus padres. Inaudito. O que la madre dé comer a los conejos. ¡Oh Dios, dónde hemos llegado! Así va el mundo. Mal, muy mal. De esta manera el gobierno se ha cargado la pequeña y mediana industria, la que daba de comer al pueblo.
¿Dónde están los sindicatos? ¿Por qué no alzaron su bandera, alabando y apoyando la labor familiar?
Como dice el mayoral, después de Pascua de Resurrección, con la llegada del buen tiempo, se iniciaba el encalar toda la finca empezando por el porche y finalizando "per defora", juntándose la familia para tan duro menester, incluso a veces se recibía con mucha alegría, la llegada de alguna parienta de Es Migjorn a pasar una semana arrimando el hombro, o a dar una mano, como se decía por aquel entonces. ¿Se imaginan que mientras las mujeres "mig disfressades de bujot", que era como se vestían para no ensuciarse la ropa, con un pañuelo en la cabeza, llegaba un inspector y se encontraba el equipo "emblancant"? Mejor que no suceda a nadie. Lo que fue bonito ayer, hoy es catastrófico, sabedora de que les caería una multa por la ayuda mutua.
No pretendo ser derrotista, pero mal vamos. No les parece, deberían darse por enterados, que el seguro de los aparceros debería ser en conjunto, sirviendo al núcleo familiar. Que de encontrarse a "s'àvia o l'avi" recogiendo una lechuga del huerto o dando de comer a las gallinas, tuvieran la humanidad y capacidad de separar lo que es trabajo, a lo que es el placer de dar una mano de ayuda. Pero, por favor, no continúen con esta línea de ir multando "per quatre begenades i de tenir tothom arugat".
Ayer domingo, en la encuesta de este periódico, un 83 por viento respondieron "no" a que el Seprona investigue si las "madones" están aseguradas, lo que me da qué pensar, todos ellos estarán de acuerdo con mi escrito. Para mí es muy importante reivindicar a las gentes del campo, tan solo ellos han sabido transmitir nuestras esencias, costumbres en todos los ámbitos, de ahí nacieron mis "Xerradetes de Trepucó" y para todos ellos mi admiración.
No puedo finalizar sin mandar un "panaret ple de carinyo" a Tote Hernández, el hijo mayor de uno de los hombres más importante en su tiempo, como fue don Antonio Hernández "en Toniet", practicante, ayudante de quirófano, pañuelo de lágrimas de ricos y pobres, en una época en que no disponíamos de una casa tan grande como dispone actualmente "en Mateu Orfila", por el contrario, tan solo se conocía el Hospital Civil, con sus religiosas de San Vicente de Paul y un equipo médico repleto de buena voluntad, intentando siempre hacer cuanto se podía. Pasando por la clínica de la carretera de Sant Lluís y por la Residencia Sanitaria, siempre al pie de cañón.
Para él, en Tote y su querida Maribel, mi apoyo, recordándole que no se entretenga mucho "per ca'n Mateo Orfila", ya que son muchos los pedidos que le esperan por cumplir, no en vano a día de hoy se ha convertido en un manitas. Para cuantos lo ignoren, les recomiendo visiten su estudio y podrán comprobar sus habilidades en el mundo de las manualidades, "es un manetes", en todos los ámbitos, amén de un gran amigo de sus amigos, siempre dispuesto ayudar a cuantos precisan de él, no en vano esto lo lleva impregnado de su ámbito familiar, "ca'n Toniet era sa casa de tothom". Ánimo, Tote, tus vecinos de Bini Repòs te esperamos i na Mel també.
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