El amor pasa cerca, a veces nos roza, a veces se queda e incluso, a veces, se instala.
"El amor le da a la vida un destino", como decía Kundera, y es que sin él, la evolución del ser humano quizá se hubiera parado hace mucho tiempo. Así pues, creo que es el amor el riguroso protagonista de la vida humana aunque es posible que llamemos "amor" a demasiadas cosas.
Hoy el calendario nos pide que recordemos ese sentimiento jovial y alborotador que nos hace ver los días de lluvia como los más espléndidos, que nos transforma en lo mejor que podemos llegar a ser cuando nos miramos en los ojos del otro y hacemos de él nuestro espejo y nuestro aliento.
Amor, amor, am…cuanta vergüenza despierta en nosotros pronunciar este silábico mágico que cuando nos toca resuena en algún lugar incierto de nuestro cuerpo y tiene la llave para modificar nuestro tiempo, nuestro ritmo y nuestro espacio.
Este es el amor "enamorado" en el que todo se vuelve mágico, etéreo, dejando fluir la vida en un puro sueño. Es un estado nítido, donde aún el paso del tiempo no le ha cubierto con los claroscuros del ego ni arropado con las sombras de la duda, con esa que alberga los celos.
El amor no es nada sin el otro porque nosotros nada sin el otro somos.
Si es verdad lo que la ley de la atracción nos cuenta, los seres nos buscamos pero muy pocas veces nos encontramos. Y el amor es eso, "puro encuentro".