Lo de celebrar 'el día de la mujer trabajadora' a ratos me parece bien y a ratos no tanto. De entrada tengo claro que la humanidad está en deuda con toda mamá, abuela, tía, hermana, prima, etc, por la de perrerías a las que se han visto sometidas de un tiempo a esta parte. Siempre me he declarado abiertamente feminista porque creo que sin las mujeres no hubiésemos llegado a ninguna parte. Pero es aquí y ahora cuando se tienen que acabar las distinciones.
Quizás el título de la festividad debería ser sencillamente 'el día de la mujer', aunque deberíamos ponerlo en práctica las 24 horas de los siete días a la semana de cada una de las 52 semanas que forman el año de los ochenta y tantos años de vida que con un poco de suerte viviremos algunos. Me refiero a cuidarlas como a diosas, mimarlas, respetarlas, quererlas y centrarnos en hacerlas felices porque no lo olvidemos, de una mujer venimos y gracias a una mujer continuaremos.
El camino hacia la igualdad no es fácil pero merecerá la pena. Desde el momento que se logró el sufragio universal hasta que se equiparen los sueldos para los mismos puestos de trabajo el ser humano debe darse cuenta de la evolución que hemos sufrido. El hombre y la mujer se necesitan. Se complementan hasta lograr que de los dos nazca algo, aunque la tecnología ha logrado que no necesariamente deban sentir nada el uno por el otro.
Ayer fue el día de la mujer trabajadora pero quizás hoy debería ser el día de sentarnos a reflexionar hasta qué punto le beneficia a la mujer que se le recuerde que es diferente al hombre trabajador.