El próximo mes de abril se conmemorarán los ciento cincuenta años del nacimiento de uno de los grandes poetas de la lírica universal contemporánea: Konstantinos Kavafis. Nacido en Alejandría, en ella transcurrió, salvo breves intervalos, toda su vida. Fundada por Alejandro Magno, célebre por su faro ,fue, en tiempos pasados, el centro artístico y literario de Oriente y uno de los principales focos de la civilización helenística.
En su poema El dios abandona a Antonio, uno de los más bellos que puedan leerse y que causó la admiración reconocida de poetas como Cernuda, Gil de Biedma o Leonard Cohen, en cuyos versos se inspiró para componer su maravillosa canción Alexandra Leaving, más allá de la anécdota histórica, Kavafis nos ofrece la metáfora del hombre que asume, valientemente, su destino mortal. En él se pueden resumir las claves fundamentales de su poesía: Alejandría, ciudad decadente y cosmopolita en la que vivió y en la que convivían tres culturas: la griega, la egipcia y la británica, fue su principal foco de inspiración. A ella, a su decadencia dedicó la mayor parte de su obra. En ocasiones, refiere, nostálgicamente, su pasado glorioso, su grandeza perdida. En otras, nos muestra esa otra Alejandría, que ha perdido todo su esplendor. Kavafis no la idealiza, simplemente la acepta como es. En torno a esa ciudad en la que se cruzan el pasado y el presente, la historia antigua con el destino personal, crea una poesía elegíaca en la que la historia es una metáfora del presente, un elemento fundamental de su creación poética. Kavafis decía ser " un historiador-poeta". Son muchos los poemas en los que un personaje de la antigüedad o la evocación de un episodio histórico le sirven para referirse, sin patetismo alguno, al destino, al viaje como metáfora de la vida, a la soledad existencial o al demoledor transcurrir del tiempo. A esa ciudad, a sus glorias y, en especial, a sus gentes dedicó, preferentemente, Kavafis su obra.
Uno de los poemas más bellos que se han escrito jamás es, quizás, Ítaca- no sé cuántas veces habré escuchado la excepcional versión que de él hizo Lluís Llach-. Inspirado en el viaje de regreso al hogar de Ulises, es una clara invitación al viaje, cuanto más largo, mejor; una metáfora de la vida en la que, paso a paso, vamos recorriendo las etapas de nuestro caminar rumbo a esa Ítaca, que nos espera al final del viaje, y que no tiene otra cosa que darnos: llegar a la sabiduría. Kavafis afirma que somos nosotros quienes marcamos el destino de nuestras vidas. Que vivamos donde vivamos, será lo que llevemos dentro lo que nos impulsará hacia la felicidad o nos someterá a la vacía existencia de quienes viven su vida como una simple espera de la muerte. Es lo que plantea en otro de sus célebres poemas: La ciudad. Acabado el tiempo que nos es dado, si no alcanzamos la riqueza que da el conocimiento, no habrá nuevos puertos: No encontrarás otra tierra, otro mar/ La ciudad te perseguirá,/ caminarás las mismas calles, envejecerás en los mismos barrios,/ en las mismas casas encanecerás/.La ciudad siempre es la misma./Otra no busques- no hay-, ni caminos ni barco para ti.
La Historia, real y documentada a veces, imaginada las más, es un tema recurrente en su poesía. Pero Kavafis no elige como protagonistas a los grandes personajes, conocidos universalmente, ni sus momentos más gloriosos, sino que más bien prefiere referirse a aquellos más modestos o, en todo caso, considerados en su decadencia. Uno de sus poemas más logrados es, en este sentido, Esperando a los bárbaros, en el que nos habla de nuestra decadencia, de esa que escondemos culpabilizando a los demás de nuestra inacción y desencanto. Éste es su genial final:¿ Y ahora qué será de nosotros sin bárbaros?/ Esos hombres eran una cierta solución.
Kavafis se sentía extraño e incomprendido en una sociedad que no entendía. Además, su anodino y aburrido trabajo administrativo no podía saciar su ansia de vida y libertad. Su manifiesta homosexualidad dio lugar a un buen número de poemas eróticos en los que recrea la ardiente nostalgia de las pasiones y los deseos no vividos. En su desgarrado poema Murallas expresa la sensación de aislamiento y la soledad existencial de nuestra sociedad: Sin consideración, sin piedad, sin recato/grandes y altas murallas en torno mío construyeron./ Y ahora estoy aquí y me desespero/.
Extremadamente minucioso y escrupuloso en la elaboración de sus poemas, renegó de muchas composiciones, que no llegó a publicar. Kavafis fue un perfeccionista exquisito. El conjunto de los poemas "reconocidos" suman un total de ciento cincuenta y cuatro, todos ellos breves. Su difusión se produjo en pequeñas hojas sueltas con las que compuso colecciones, ordenadas temáticamente. Jamás los publicó reunidos en un libro. Prefirió editar pequeñas selecciones para regalarlas a sus amistades. Aunque breve, su obra es prodigiosamente bella, un placer para los sentidos. Su antología poética es, a mi juicio, una de estas obras imprescindibles que no debe faltar en toda biblioteca que se precie y cuya lectura me permito sugerir vivamente.